domingo, 14 de abril de 2019

Otro patriotismo es posible

    He venido de vacaciones a España y para ello, he cogido un avión de Iberia, a pesar de que me llevo regular con ellos desde que tuve que sacarles 500 Euros que me debían por vía judicial. Sea pues, avión de Iberia, compañía aérea nacional, aunque ahora resulta que con el Brexit de repente se han dado cuenta que es inglesa. En el avión ceno un bocadillo de jamón con una cerveza Alhambra, que resulta que ahora es Heineken, pero yo hago como que no lo sé . 

    Mi destino es Sevilla, celebración familiar obliga. Hago escala en Madrid unas horas, pernoctando en un hotel de cadena hotelera nacional. Insisto, en un hotel donde me atienden amables personas que cobran poco pero sonríen y rebosan amabilidad, pagando al hotelero los impuestos correspondientes para que él pague a sus empleados y evitando darle dinero a los que compran pisos para vaciar el centro de habitantes y llenarlo de turistas paseadores de maletas con ruedas. En los portes he utilizado dos taxis de verdad, de marca taxi, conducidos por dos taxistas de esos que pusieron patas arriba la ciudad para acabar haciendo lo que hacían siempre que es coger viajeros a pie de calle y llevarlos de un lado a otro sin meterse a arreglar la economía digital. Creo que ambos eran españoles, aunque ese particular no es el que más me importa. 

    Al día siguiente, cojo en Atocha el AVE (ese hito del ferrocarril español)  a la vez que miles de personas que salen por las esquinas y me pregunto si habrá trenes para tanta gente. Desayuno apresuradamente en una cafetería española un café español (malo) y unas porras que estaban hechas con algún saco de cemento robado en una obra. Dejo propina porque en España se hace así y porque la camarera debe llevar desde las cinco de la mañana poniendo cafés y aún es capaz de dar las gracias.  Compro un periódico de papel al kiosquero que vende más chicles que periódicos y que debe preguntarse si toda esa marea humana que va a subir al tren habrá leído algo en su vida. La marea humana desembarca en Sevilla donde vuelvo a hacer una buena cola para coger otro taxi, con denominación de origen « taxi » que me lleva a un hotel, de nuevo español, regentado por españoles , aunque está lleno de extranjeros; pero como éstos son del género turista, a nadie se le ocurre decir que se vayan a su país.

    Llevo un día en Sevilla (y aún me queda otro) contemplando maravillas arquitectónicas de inspiración àrabe y al lado de mi hotel, la iglesia fue en otro tiempo sinagoga. Un hotel que, por cierto, lleva en su nombre la palabra judería. He comido en restaurantes españoles de comida española donde los platos los friegan esos españoles que algunos no quieren que lo sean. Y todo lo que llevo gastado y lo que gastaré en los próximos días lo he ganado fuera de España, muchas veces
 en nombre de España, y sobre todo, hablando español mucho mejor que muchos de los que gritan
 en las manifestaciones con bandera incorporada... Y todo eso que gano fuera me lo gasto aquí.Que no vengan Abascal y sus secuaces a darme lecciones de patriotismo. Sin importarme un comino la patria, creo que soy mucho más patriota que muchos de ellos ! 

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