martes, 13 de agosto de 2019

Razones para amar una ciudad

« De por qué te estoy queriendo no me pidas la razón » cantaba Nino Bravo; y a mi me piden razones mis lectores de mi repentino (dicen ellos repentino pero es de hace más de veinte años ) amor por Nueva York. Mi propia madre, que no es mi lectora, se interesa de vez en cuando por mi filia neoyorquina y asegura no entenderme. Bueno pues aquí tienen ustedes una lista, es larga, aviso. 

    Me gusta Nueva York porque nadie es extraño y todos somos extranjeros. Porque siendo americana es muy europea y viceversa. Porque creció y se desarrolló en los años más brillantes de la arquitectura y se nota; porque no se puede entender el arte del siglo XX sin visitar sus museos y gracias a esos museos, a esos galerías tas y a muchos marchantes, el arte del siglo XX logró escapar de la sinrazón de la guerra y del fanatismo Nazi. Me gusta Nueva York porque tiene un parque central rodeado de rascacielos, combinación que no la tiene nadie igual. Me gusta Nueva York porque es la ciudad de Gershwin y de Leonard Berstein, de Duke Ellington y de Sarah  Vaugham; es la ciudad donde ésta Harlem y donde fueron a hacerse famosos todos los demás; y donde se fabrican los pianos Steinway, por cierto. 

    Me gusta Nueva York porque no duerme, que es algo que me pasa a menudo, aunque yo soy humana y tengo que acabar durmiendo, que ella, como es ciudad no lo necesita; me gusta porque los domingos no parecen domingos, porque las viejas y los viejos recorren la Quinta Avenida en zapatillas de deporte, porque la gente es simpática y se para a enseñarte el camino a pesar de la prisa que tienen. Me gusta porque es una ciudad llena de taxis que se cogen el cualquier esquina y de gente que camina con un café en la mano. Porque las pizzas son como plazas de toros y las tortilla de tres huevos. Me gusta porque los ejecutivos hacen cola para comprarse un perrito caliente y las niñeras les hablan español a las criaturas rubias que cuidan porque el español de repente se puso de moda. Porque en el hotel de cinco estrellas entras con una hamburguesa en la mano y una bolsa llena de plátanos en la otra y ellos hacen como que no lo han visto. 

    Me gusta Nueva York porque es la ciudad de Woody Allen, aunque ahora esté de moda ponerlo a caldo. También es la ciudad de Batman y de Superman (aunque en Superman la bautizaran con otro nombre) la de Al Pacino y la de West Side Story, la de Audrey Hepburn paseando por la Quinta Avenida de madrugada y la de Lauren Bacall que era vecina de John Lennon hasta que a éste lo asesinaron a la puerta de una casa por delante de la cual te puedes pasear. Me gusta porque puedes ir a la puerta del Metropolitan una noche de estreno y soñar con que eres  Cher esperando a Nicolás Cage mientras Dean Martin te canta « That’s amore » . Me gusta porque no hay otra calle en el mundo como Broadway, con tanto talento por metro cuadrado como el que encierran sus teatros. Y porque puedes cruzar el puente de Brooklyn cantando « everybody’s talking »  como en Cowboy de Medianoche y al menos los lugareños no te mirarán con cara rara. 

    Me gusta Nueva York porque camino cada día doce o quince kilómetros y ni los siento en mis piernas; porque cuando vengo veo a Paco y a Alberto y es como si no pasara el tiempo; porque además ahora tengo una nueva amiga que me hice el año pasado charlando en el puesto de postales de un museo donde ella trabajaba y siento que es como si la conociera de toda la vida. Me gusta porque se come mal y me da lo mismo, pero el café lo ponen bien aguado, como a mi me gusta. Me gusta porque el agua es gratis en los restaurantes y las medicinas te las venden en los supermercados. 

    Me gustan sus edificios, los antiguos y los modernos, su estación de tren donde busco a Holden Caulfield por las esquinas, su catedral asfixiada en medio de una avenida y sus tiendas de chorradas que nunca se me antojan. Me gusta que sea la ciudad donde Bobby Kennedy y Hillary Clinton fueron senadores y se lanzaron a ser presidentes sin conseguirlo, por desgracia, ninguno de los dos. Le perdono que sea la ciudad de Donald Trump. Me gustan sus puentes colgantes y sus calles 
con canchas de baloncesto rodeadas de rejas, los autobuses escolares y los carritos de comidas con los que te tropiezas por las aceras. 

    Quieren más razones? Por hoy lo dejo aquí. Pero tengo más. 

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