jueves, 11 de octubre de 2012

Comando actualidad

Les voy a hablar de un programa de televisión, mi favorito desde que desaparecieran los Alcántara de las pantallas, se llama "Comando Actualidad" y probablemente ustedes lo conozcan y quizás hasta estén un poco de acuerdo conmigo en que es periodismo del bueno. Y no sólo. Los reporteros de Comando Actualidad (hay que reconocer que con el nombrecito no estuvieron muy acertados, qué se le va a hacer) son una pandilla de jóvenes descarados, concienzudos en su búsqueda, ácidos en el comentario y por si fuera poco, respetuosos con el televidente y con su inteligencia. Ponen el dedo en la llaga, miran debajo de nuestras camas y nos sacan, como país, esas entretelas que nadie quiere reconocer pero que todos sabemos que existen. Son el equivalente actual de aquel "Vivir cada día", que tan famoso se hizo en los años '80 entrevistando putas en todos los barrios chinos de España, pero éstos con el ojo crítico más agudizado. Llevo años viéndolo y nunca han perdido la garra ni la frescura, tocan todos los temas que nos interesan y nos preocupan y ahora, con la crisis, han encontrado un filón, claro; y aún así no se repiten, todo un mérito.

    Ayer me quedé viendo dos programas (en la TVE Internacional los ponen de dos en dos) hasta la una de la madrugada, ni les cuento las ojeras con las que me he levantado; pero eran tales las verdades que cantaban y tan insultantemente verdaderas las imágenes de aeropuertos sin vuelos, estaciones de AVE sin viajeros, palacios de congresos a medio terminar y ciudades de las artes y las letras hechas ruinas antes de haberse inaugurado, que me quedé literalmente pegada ante la pantalla, la visión era sobrecogedora. Como sobrecogedor era el título del programa: "nos los podíamos permitir?"; la respuesta creo que todos ya sabemos cuál es.

   Y al filo de la medianoche comenzó el segundo episodio, que llevaba por título "un gasto extra" y mostraba niños con dientes torcidos como alcayatas que no se pueden arreglar por falta de presupuesto en casa; madres buscando desesperadas un traje de comunión prestado para que el niño comulgue vestido de almirante; parejas reconociendo que en vez de gastar 4000 euros en la comunión de la criatura, esta vez "sólo" gastarán dos mil; repartidores que no cambian los neumáticos a las furgonetas porque necesitan cuatro (claro) y sólo hay dinero para dos; y al lado de todo ésto un centro comercial madrileño con público a rebosar en las tiendas de ropa, haciendo cola para pagar y los vendedores de coches de lujo diciendo que en la vida se habían visto tantos Porsche circulando por las carreteras hispanas. Llamenlo ustedes como quieran, yo a ésto lo califico de sinsentido y eso, buscando un calificativo amable.

    Ya saben que lo mío es el cine, y de repente, y a esas altas horas de la madrugada en la que me acosté, me vino a la memoria el documental de Buñuel sobre las Hurdes, donde  llamaba la atención  la cantidad de gente desdentada que el genio aragonés sacó en las pantallas de ese "Las Hurdes, tierra sin pan" que en 1933 era lo más parecido a un Comando Actualidad que se podía hacer; y que si lo vuelven a filmar en el 2020 volverán a encontrar un país con gente sin dientes, visto lo visto. O ese otro monumento que fue "El pisito"  de Marco Ferreri (1959) donde dos novios llevan doce años esperando para casarse por falta de vivienda y a él se le ocurre casarse con su casera, que mira por donde resiste viva más de la cuenta. A aquello lo llamaron Neorrealismo, que debe ser lo que yo veo y las historias que me cuentan cuando voy a España todas mis fuentes literarias, que son las panaderas, porteros y vendedores de los mercados, casi todas sobre comuniones con listas de boda, gente empeñada hasta el ADN para celebrar la boda de un hijo y listas de morosos más largas que el rollo del papel higiénico. La campaña de la Cruz Roja de este año ya no pide para el tercer mundo, porque el tercer mundo lo tenemos en el portal de casa, no hay que ir tan lejos.

    No voy a echarles otra vez el rollo del ahorro, para eso les remito a mi propia entrada de hace unos días ("Ahorro con "h" intercalada, 4 de octubre) tampoco quiero volverme alemana y atacar de nuevo con eso de la fiesta permanente, de que todos éramos nuevos ricos y así nos va, etc. etc.  Si no fuera porque creo firmemente  que un hombre vale un voto y en que todos somos iguales sin distinción de sexo, credo ni color, ganas me darían de promulgar una dictadura donde el buen juicio se estudiara en las escuelas y la cordura se impusiera por decreto ley; donde fuera imposible tener delirios de grandeza so pena de calabozo y donde el dictador tuviera plenos poderes para echar una buena regañina en la plaza pública  a todos los que perdieran el seso y gastaran lo que no tuvieran. Pero no puede ser, vivimos en una democracia llena  de  buena gente que ya ni sabe de dónde rascar para llegar a fin de mes. Y si la gente es buena, por qué hemos elegido a los peores para que tomen las decisiones fundamentales? La frase no es mía sino de Elvira Lindo en su columna del País de hace dos domingos, al César lo que es del César. Buenas noches.

No hay comentarios:

Publicar un comentario