domingo, 21 de octubre de 2012

La voluntad viaja en silla de ruedas

    Hace unos días buscaba por mi biblioteca (sin encontrarlo) un libro que leí hace años y que me dejó sin habla, se llamaba "El misterio de la voluntad perdida", del profesor José Antonio Marina (Ed. Anagrama 1997) el único filósofo al que entiendo desde Sócrates, a quien también entendí, y de ahí en adelante a ninguno. Decía J.A. Marina que la voluntad como la conocimos ya no existe y que lo que representaba en nuestra sociedad se ha sustituído por un montón de palabras que parecen lo mismo pero que no lo son, entre las cuales mi preferida es "motivación"...muy utilizada entre los hombres de empresa, los cazadores de talentos, y los gurús de sectas varias. No les resumo el libro pero les aconsejo su lectura, es altamente esclarecedor y de paso, si alguno de los que me lee es el que se ha quedado con el mío, le ruego que se manifieste y me lo devuelva, porque tengo la voluntad (valga el chiste fácil) de releerlo.

    Cierto es que la voluntad, y no digamos ya la fuerza de voluntad no son valores en alza, al límite a uno que la posee lo llaman testarudo! Y si miro a mi alrededor, me doy cuenta que entre los voluntariosos del mundo sólo quedan aquellos que tienen que luchar contra algo muy gordo: una minusvalía, por ejemplo. De ahí el título de la entrada de hoy: la voluntad, señores, en el siglo XXI viaja en silla de ruedas. Quieren ejemplos? Pongan en su buscador este nombre propio "Teresa Perales". Resulta que es nuestra deportista nacional más galardonada, que tiene 22 medallas de oro conseguidas en varias olimpiadas, que es profesora universitaria y ha sido diputada en las Cortes de Aragón, que tiene músculo para nadar y cerebro para pensar, y encima es madre de un niño de dos años; Y saben qué? Todas esas medallas y todas esas cosas las ha hecho desde una silla de ruedas. No me vengan con el rollo de "sí pero son medallas de los juegos paralímpicos": si yo me tiro a la piscina a la vez que Teresa Perales, y les advierto que soy buena nadadora, seguro que llego cincuenta metros por detrás de ella!

   Y si quieren otro ejemplo más mediático (otra palabra adorable...) les recuerdo que Stephen Hawking, ese señor que aparece torcido sobre una silla de ruedas con cara de susto y que ha ganado todos los premios ganables excepto el Nóbel (que caerá) tiene ya 70 años y que a los 21 le diagnosticaron una ELA, que no es un satélite espacial sino un horror llamado esclerosis lateral amiotrófica. Y que los sabios doctores le auguraron una muerte segura en los dos años siguientes quizás porque no contaban con el factor voluntad, que este señor la debe tener a prueba de bombas. Lo dicho, ha cumplido ya 70, ha escrito obras de divulgación científica más leídas quelos tres Milenium juntos; y le ha dado tiempo a tener tres hijos, divorciarse de su primera esposa y casarse de nuevo, entre otras muchas actividades. Un prodigio.

    Como en silla de ruedas iba Franklin Delano Roosevelt, el único presidente de EE.UU. reelegido  4 veces, que acabó primero con la terrible crisis de 1929 practicando el gasto público y haciéndole caso a un tal Keynes, que sigue teniendo razón después de tantos años, pero que ya no le hacen caso. De paso, también firmó la paz tras la Segunda Guerra Mundial, que le toco en gracia, e impulsó la creación de la ONU. Y de paso, también desde su silla de ruedas le fue infiel en innumerables ocasiones a su señora, Eleanor Roosevelt que buena pieza era y de la cual hablaremos  otro día. Ya ven, le daba tiempo a todo al hombre.

    Y por qué a los que tenemos dos piernas, dos brazos y todos nuestros sentidos intactos y operativos no nos da tiempo a nada? Por qué pensamos siempre en todo lo que no somos capaces de hacer? Por qué no nos ofrecemos voluntarios ni para poner la mano a ver si dan algo? Porque nos falta la voluntad perdida, señores. Tienen ustedes desde mañana mismo, lunes para más señas, para encontrarla. Buenas noches.

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