miércoles, 21 de noviembre de 2012

Cómo están ustedes?

    Desde hace dos días tengo mi muro de Facebook tomado por asalto por los nostálgicos gracias a la muerte de Miliki. Incluso hay quién me ha pedido encarecidamente  que escriba algo al respecto, y aunque yo también insisto en que ésto no son los discos solicitados, al final cedo porque como tema para  escribir en estos días  no quedan más que los desahucios (ya lo hice) o Artur Mas (no creo que lo haga) y porque se supone que Miliki fue una figura esencial para la generación Nocilla a la que pertenezco. Ahora bien,  les advierto, será una más de mis rarezas, pero la verdad es que la muerte de Elizabeth Taylor el año pasado o la de Chavela Vargas me conmueven más, y si nos remontamos en el tiempo, la de Lola Flores o la de Frank Sinatra, y si nos proyectamos en el futuro, lloraré como una magdalena el día que se muera Julie Andrews y juro que cantaré "Supercalifragilisticoexpialidoso" durante 24 horas seguidas, porque ella sí que es parte auténtica de mi infancia.

   Ya les digo, yo fui una niña rara a la que no le gustaban demasiado los payasos de la tele, aunque cuando operaron del corazón a mi abuelo y coincidió con Fofó que se estaba muriendo en el mismo  hospital bien que me encargué de pregonarlo a los cuatro vientos, aunque yo a Fofó moribundo no lo vi ni en pintura. Los payasos salían en la tele a la hora en la que yo  hacía mis deberes y, además, mi madre les tenía cierta aversión porque decía que lo rompían todo. Se me quedaron grabadas, eso sí, muchas de sus canciones, que después Miliki reeditó a principios de este milenio y que yo durante los primeros años de mi vida de madre trabajadora utilicé como banda sonora para calmar a mis criaturas en los atascos mañaneros camino de la guardería...entiendo que le dieran un Grammy a Miliki por la versión de "Feliz, feliz en tu día" cantada al alimón con Celia Cruz, pero entiendan ustedes que después de haberla oído dos veces al día, cinco días por semana durante dos o tres años, yo haya llegado al punto de saturación con este género musical.

   Al César lo que es del César, Miliki tenía cara de buen tipo y probablemente lo fuera, uno de esos hombretones de bien a los que le confiarías un buen rato a tus hijos, aunque el rato sea televisivo. No es poca cosa, cuando vemos lo que hacen a veces aquellos que pasan horas con nuestros herederos:  véase el caso de los karatecas canarios y, siguiendo con el deporte,  véase el caso de Anna Tarrés, la exitosa entrenadora de la natación sincronizada, a quien le daremos el beneficio de la duda, pero que resulta que no sólo buscaba a niñas de barrio periférico para convertirlas en sirenas de piscina olímpica, sino que resulta que lo conseguía siendo una buena mezcla de la señorita Rotenmeier (la de Heidi para los no iniciados) Himmler en versión catalana y un sargento chusquero del ejército de tierra. Yo a Miliki le hubiera dejado a mis hijos sin dudarlo, con suerte habrían aprendido a tocar el acordeón, que él lo hacía maravillosamente; y con menos suerte se habrían aprendido de memoria "un barquito de cáscara de nuez" algo que yo no conseguí a su debido tiempo por más que insistí. Aunque en descargo de ellos diré que a día de hoy, y por mucho que insistan, no pienso aprenderme ninguna canción de Selena Gómez ni de ningún rapero millonario.

    Descanse en paz Emilio Aragón, padre de Emilio Aragón hijo, que iba para cómico importante y se dedicó a hacer pasta y nos perdimos al que hubiera sido nuestro Bing Crosby nacional (recuerda alguien su programa de la noche de los domingos, aquel hombre que caminaba sin desmayo detrás de una línea amarilla?)  yo no pensaba escribir sobre Miliki, pero ya ven, una se debe a sus lectores...

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