domingo, 25 de noviembre de 2012

Economía para menos que preadolescentes

   Hace un año, escribí una entrada titulada "Economía para preadolescentes" donde intentaba con ejemplos más o menos gráficos mostrarles la manera de contarle la crisis a mi hijo de doce años. Un año después la crisis sigue siendo crisis, y mi hijo sigue siendo un preadolescente; Grecia sigue al borde de la bancarrota aunque con otro gobierno, España flirteando también con ese bordillo resbaloso de la quiebra (y también con otro gobierno) y ahora es mi hija pequeña quién pregunta por la crisis y sobre todo por Grecia, los griegos, y sus deudas, que parece que es algo que le interesa particularmente.

   Me decido a emplear un ejemplo colegial. Pongamos hija, que en tu clase hay una niña manirrota convicta y confesa, de nombre Pepi (sí ya se que las niñas de hoy no se llaman Pepi, pero sigan leyendo) que gasta a espuertas, se compra todo tipo de chorradas y le pega sablazos a toda la clase, a la que le debe ya  hasta las pestañas. Pepi no es la única dispendiosa, porque hay otras dos, Luci y Bom que también derrochan, pero son hijas de buena familia y tienen la economía un poco más saneada, por eso la gente no les tiene tanta ojeriza. En cambio la pobre Pepi ya ni sabe cómo salir del lío en el que se ha metido, por comprarse con dinero prestado un móvil de última generación cuando no tenía ni para pipas, por pedir prestado a derecha e izquierda aunque fuera para financiarse un regaliz rojo, porque que cada domingo cuando llega la paga, por un lado entra y casi por el mismo lado sale.  Pepi es buena chica y simpática, y eso le ha salvado de que hasta ahora no le hayan partido la cara. Luci y Bom miran para otro lado porque saben que cuando Pepi caiga, las siguientes serán ellas.

    Pepi estudia en un colegio público donde hay gente de varios credos y nacionalidades. Ella teme que le vayan con el cuento a sus padres, porque entonces éstos, que no van sobrados de fondos, le van a cortar el grifo y a ver cómo financia ella sus gomas del pelo y sus chupachups...y ese día llega. Una de las niñas acreedoras es la hija de un pastor protestante de un país cercano al polo norte que está harta de pedirle cada día a Pepi el euro que le debe desde hace meses y se chiva a los padres. Pepi descubre que, el catolicismo, como religión, es la más conveniente para tener deudas: lo dice el Padrenuestro ("padre perdónanos nuestras deudas" hasta que los banqueros presionaron para que se cambiara por "perdónanos nuestras ofensas") y además si cometes una fechoría vas, te confiesas, te arrepientes y después borrón y cuenta nueva, el perdón existe. Los protestantes , ay! no conocen el perdón y son capaces de cargar con sus culpas hasta el fin de sus días, así que para qué perdonar...

    Se acabó la vida deudora de Pepi y a partir de ese momento toda la clase,  quiere que le devuelvan el euro prestado y lo quieren ya, lo cual es imposible porque  los euros prestados a Pepi ya hace mucho que se evaporaron. Y encima algunos quieren un euro y medio, por una cosa rara que ellos llaman "interés".  Nadie se molesta en enseñarle a esta pobre criatura cómo administrar mejor sus capitales, sino que todos se limitan a dejarla castigada sin paga y sin merienda y a avergonzarla públicamente una y otra vez, visto que los dineros son irrecuperables.

    Mi hija me dice: " y si el dinero ya no está, y sus padres no pueden pagar por ella, por qué no le perdonan la deuda antes de que se haga más gorda y ya está...la próxima vez que Pepi toque un euro quizás con ayuda y más control aprenda a gastarlo mejor"....En la boca de los niños está la verdad,  fue un tal Jesucristo quien lo proclamó y el Evangelio, creo que aún es común con los protestantes. Rectificar es de sabios, perdonar de seres humanos y meter la pata y no admitirlo, un vicio universal. Y si Pepi no fuera una niña sino una administración pública y se llamara Grecia (o España, o Portugal) quizás con una dosis de perdón bien entendida volvería a encarrilarse. Feliz semana para todos.

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