viernes, 2 de noviembre de 2012

Cuarentones y cuarentonas. Modo de empleo.

    El País Semanal nos ha dedicado un extenso reportaje a los de mi quinta el domingo pasado, con cosas en las que estoy de acuerdo y otras tantas en  las que no, y con el detalle de sacar fotos de cuarentones anónimos para que cuenten sus miserias, en vez de sacar a Alejandro Sanz y Maribel Verdú, por poner dos ejemplos de cuadragenarios ilustres. Me gusta el análisis frío y un tanto cruel que hacen estos seres anónimos de nuestra realidad: "temía que llegara la presbicia y aquí la tengo", "a esta edad es más difícil contarse mentiras a una misma", "esto es el paso del Ecuador de la vida" etc. Y digo que me gusta porque cuando el Hola y afines sacan a cuarentonas estupendas en sus portadas éstas aseguran todas que se encuentran en el mejor momento de sus vidas, que adoran su cuerpo (convenientemente recauchutado) y que nunca habían disfrutado tanto como a esta edad. 

    Los cuarentones profesionales sabemos muy bien que de todo eso, nada. Para llegar a este Ecuador de la vida más o menos en buena forma y con la cabeza bien amueblada hay que haberse cortado de muchas cosas en nuestra loca juventud: no haber fumado (en su amplio sentido) haber tomado pocas copas, haber hecho mucho deporte, mucha vida al aire libre, un buen psicoanálisis a tiempo, comida sana, poca carne y mucha meditación oriental. Y mira por donde, todas estas cosas son las que empezamos a hacer casi todos una vez bien cumplidos los cuarenta y quizás después de algún susto de salud y de haberle visto las orejas al lobo. 

    Hablo por experiencia propia pero me consta que muchos de mis coetáneos andan igual que yo. Es al cumplir cuarenta cuando hemos decidido dejar de tomar café a todas horas, bajar la dosis de nicotina e incluso eliminarla, comprarnos unas zapatillas de deporte y echar a correr por las calles, practicar varias dietas sin éxito hasta llegar a la conclusión de que la única manera de no engordar es comer menos, y vestirnos de colores más alegres que nos hagan parecer más osados y juveniles; esto es lo que vulgarmente se conoce como una huida hacia adelante!

    Es a partir de los cuarenta cuando tomamos resoluciones tardías que deberíamos haber tomado diez años antes, y es a partir de esta adorable década prodigiosa cuando comenzamos a verle, insisto en la expresión, las orejas al lobo, y cada cual pone el parche que puede. Yo ya decidí hace unos años que no quería verme el pelo blanco ni dejar de ponerme vaqueros de una talla que no me hagan parecer una morcilla de Burgos; todos mis esfuerzos rejuvenecedores se van en ello, las patas de gallo, las ojeras, la presbicia y otros achaques de la edad los voy soportando como puedo. Porque los achaques existen, están ahí y te recuerdan permanentemente que envejecer es una triste gracia...que nos llega a todos y a todos nos fastidia. Y quien diga que no, miente. Y yo aquí haciendo una lista de las cuitas de los cuarentones cuando, a la que me distraiga, estaré escribiendo sobre las miserias de los ciencuentones y de paso, tendré que cambiarle el subtítulo a este blog...


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