domingo, 18 de noviembre de 2012

Fuego!

    Como el saber no ocupa lugar, esta semana he hecho un curso de cómo apagar fuegos y prestar ayuda en el lugar de trabajo en caso de incendio. La burocracia lo llama "equipos de primera intervención", el vulgo: bombero de primeros auxilios. Para que vean todos aquellos que piensan que los funcionarios somos una panda de vagos recalcitrantes que nos instalamos cada mañana detrás de las ventanillas y mostradores para navegar por Facebook, leer el periódico, echar la Primitiva y decirle al público que le falta una fotocopia en su expediente. Para que vean, digo: somos personas polivalentes e incluso capaces de acercarnos a oficios que nada tienen que ver con el nuestro.

     Resulta que una trabaja en edificios peligrosos (por altos, anchos y llenos de moquetas y de electrónica) que necesitan permanentemente de una especie de retén de bomberos aficionados dispuestos a realizar intervenciones de poca monta para lo cual es necesario saber manejar un extintor, caminar por un pasillo a oscuras y lleno de humo y ayudar en operaciones de evacuación. Para una servidora aprender todo ésto ya es vivir peligrosamente, habida cuenta de que ni juego a la bolsa, ni esquío, ni viajo a repúblicas bananeras ni me gustan las montañas. Huyo del peligro como de los bichos de plumas, que es la única fobia que declaro públicamente.

   Y ahora viene lo bueno: resulta que el famoso tópico de los bomberos, descritos como hombretones fornidos, macizos (digámoslo claramente) altos guapos y deportivos es...verdad! Como lo fue en otro tiempo el tópico de butanero. O si no, ya es casualidad que de cuatro bomberos instructores que nos han dado el curso, tres fueran modelos de revista y el cuarto feo de cara y algo menos de cuerpo. Y por si fuera poco, buenos instructores, claros en sus explicaciones,  gente amable y risueña y muy poco pagados de sí mismos. Ante nuestra insistencia en tratarlos como héroes uno de ellos nos dejó esta perla que les transmito para que la analicen: "no somos héroes, sino profesionales de un oficio arriesgado; los héroes lo son siempre por casualidad". Ustedes pensarán que padezco el síndrome de Estocolmo en versión bombera, pero ya me dirán cuantas veces en su vida se cruzan ustedes con  tipos como éstos con tiempo suficiente para charlar con ellos. Francamente, es más fácil encontrarse en la cola del supermercado o en un sarao cualquiera con un tonto, un banquero o hasta un pervertido sexual (o una combianción de los tres factores) antes que  con un bombero. Lo digo para que comprendan mi fascinación.

   Y para terminar, un poco de cine, que hace mucho que no les dejo ninguna imagen. "El coloso en llamas" película de 1974, yo la vi en el cine con mi padre (aún lo recuerdo) que raramente iba al cine y que me dijo a la salida "hija, vámonos a tomar algo a un bar que ver tantas llamas da sed"...desde entonces la habré visto unas cinco veces más en la televisión y les aseguro que después de la experiencia bombera, la voy a alquilar para verla de nuevo, seguro que con otros ojos! Por cierto, el capitán de los bomberos era Steve MacQueen...volviendo a lo del tópico...



    Claro que si prefieren otra imagen más evocadora les dejo con ésta, de "La danza del fuego" de Falla, sacada del la película de Saura "El amor brujo", por si Steve MacQueen no les basta, les dejo con Antonio Gades, y feliz semana que empieza dentro de un rato.


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