jueves, 5 de junio de 2014

Ocho apellidos, los que sean

    Hasta hace un par de semanas, yo era la única persona humana con pasaporte español en el planeta Europa que no había visto "Ocho apellidos vascos", anomalía que he podido subsanar en mi última breve pasada por mi tierra. He cumplido con el trámite por curiosidad cinéfila y para poder meterme en las conversaciones, pues desde la primera edición de "Operación Triunfo", cuando ya llevaban varias semanas y yo aún no sabía quienes eran David Bisbal y Chenoa, no me había vuelto a sentir tan fuera de tiesto. Así que, ahora que ya nadie habla de las divertidas andanzas de un sevillano de libro por un País Vasco de chirigota, ahora precisamente, es cuando yo ya puedo opinar con conocimiento de causa...otra desventaja más de la expatriación. 

    La película la vi un día de diario en la sesión de las cinco, en compañía de dos señoras mayores como únicas espectadoras, la verdad es que la risa en el cine debe ser contagiosa y en aquella sala, con tan escaso personal no había mucho contagio posible. Hay que decir que Youtube también había puesto su granito de arena para mis escasas risas, pues los mejores golpes están convenientemente reproducidos allí y claro, una que es curiosa e impaciente a partes iguales ya se los había visto todos antes de ir al cine. En cualquier caso pasé un rato agradable y dándole vueltas a una sola idea: por qué razón para hacer una película que tenga una buena taquilla hay que copiar a otra anterior? Porque sin necesidad de acudir a las enciclopedias, este episodio vasco es la réplica española de la muy exitosa y francesa "Bienvenidos al Norte" (2008) o de su secuela italiana, "Bienvenidos al sur" (2010) y si me apuran, hasta de "Vente a Alemania, Pepe", gran joya del Landismo que de vez en cuando pasan en "Cine de Barrio"; sin olvidar que ese mismo año se hizo "Españolas en París", con Ana Belén al frente y pretensiones algo más serias. No quiero darles una lección de cine, porque para eso prefiero que visiten el blog de mi amigo Alberto (www.cinealdesnudo.com) que él si que sabe, y que espero que esté de acuerdo conmigo, al menos un poquito, en este mi lamento sobre el vicio de los cineastas en copiarse unos a otros sin descanso. Les dejo una secuencia de las viejas glorias, ya me dirán si es o no el mismo tema:

  
    Lo que más me gustó de la película de Martínez Lázaro, es que la hayan escrito dos vascos, que demuestran en este caso una increíble facultad para reirse de sí mismos, algo siempre admirable; y sobre todo, qué alegría que hayamos podido ver una película como esta, que hasta hace muy poco nadie se hubiera atrevido a firmar, filmar ni siquiera protagonizar. En estos tiempos recios en los que el nacionalismo cateto ataca de nuevo, nada mejor que encontrar en ello motivos para la risa, aunque no sea con una obra cumbre del Séptimo Arte. A los del diario Gara no les gustó nada y escribieron una crítica incendiaria apenas se estrenó: otro motivo más para ir a verla!

    Por cierto, me he puesto a mirar mis ocho apellidos y resulta que no soy la castellana de pata negra que pretendo ser, qué alivio! Y una recomendación para terminar, si quieren ver una gran película sobre gente que se marcha a otros lugares y se asombra de lo que ve (yo misma hace veinte años) vean "Un Franco, catorce pesetas" de Carlos Iglesias. Pasó casi desapercibida por las salas y esta sí, es una buena comedia y conmovedora además, algo que (espero que mi amigo el bloguero coincida conmigo) sólo han conseguido hasta ahora Douglas Sirk y Luis G. Berlanga, y ya están muertos. Les dejo con el trailer, a ver si les entran las ganas de verla. Yo se la recomiendo.





  

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