sábado, 14 de junio de 2014

Perder, segunda conjugación.

    Ya sé que me van a decir ustedes que escribir el día después  del día "D" (de derrota), empezando con semejante título es muy fàcil, pero es que yo no puedo decir como Picasso aquello de "si viene la inspiración que me pille pintando". Porque a mí la inspiración me viene a veces y me pilla friendo filetes o croquetas, corriendo por el parque o incluso trabajando, pero trabajando de verdad, en lo que me da de  comer, que bastante poco tiene que ver con ésto de escribir; así que la inspiración, cuando viene, siempre me pilla descolocada. Por eso lo del día después.

    Ayer comenzaba lo que nuestros niños pensaban que sería un paseo glorioso de goles y buenos ratos, porque ellos están convencidos que es lo que ocurre cuando España juega: no está mal que se vayan dando cuenta que no. Y por si alguno no lo ve claro, hay un libro publicado al respecto; se llama "Cuando éramos los mejores (pero no ganábamos nunca)" y sus autores son dos periodistas deportivos, Santiago Giménez y Luis Martín, si ven que sus retoños aún siguen en estado comatoso 24 horas después, pídanlo a Amazon esta noche  y el lunes lo tendrán en el buzón. Lo que ese libro relata es exactamente lo que ocurría cuando yo era niña: que íbamos a todos los mundiales con unos equipos que eran la pera, unos jugadores como no había otros iguales y después resulta que nos volvíamos a casa a la primera de cambio. Les aseguro que en mi infancia,  España no ganaba ni al Parchís, y a mí me parecía lo más normal del mundo.

    Ahora ganar se ha convertido en una costumbre, y de ello no tienen la culpa ni los futbolistas ni nuestras criaturas. Todo el mundo gana: los políticos jamás pierden las elecciones, y cuando el resultado es malo tienen el rostro pétreo de salir en los medios anunciando lo bien que se ha portado el electorado con ellos. Los equipos de fútbol de verdad, que son como empresas, jamás pierden un partido, en todo caso se los roban los árbitros. Las empresas no pierden dinero,  reducen sus beneficios; la crisis no existe, es un reajuste; la deuda nacional no se perdona, se reestructura y tampoco se pierden puestos de trabajo ni rezumamos parados, simplemente la economía se está reajustando por culpa del reajuste que los ignorantes llamamos crisis. Con este paralenguaje que hemos inventido, ya me dirán cómo acostumbramos a nuestros menores a perder. 

    En las escuelas, llegó un momento en el que ya no se suspendía, se necesitaba mejorar o "progresar adecuadamente" (y ahora "adquirir competencias" que no sé yo...) la selectividad era una lotería, los exámenes de la Universidad se corregían al peso y las oposiciones tampoco  se suspendían, simplemente era imposible pensar en aprobar cuando se presentaban diez mil a una plaza que, curiosamente, uno que estudiaba mucho aprobaba y se hacía con ella...Juraría que, para  una cosa en la cual fracasaban por igual tontos y listos, ricos y pobres, como el examen del carnet de conducir, ya se ha  inventado algún término idiota que evite la sensación de fracaso.

    Menos mal que la historia aún nos enseña que Cervantes perdió un brazo en la batalla de Lepanto, que perdimos la Armada Invencible, y que perdimos las islas Filipinas y Cuba en 1898 dando lugar a una maravillosa colección de escritos literarios. Y que hubo una guerra gordísima en el '36, y que hubo unos cuantos españoles (muchos) que la perdieron porque otros (muchos también) la ganaron. Y que, creo, que nos ha quedado clarito que España, ese país donde nadie pierde y todos ganan, ayer perdió un partido de fútbol, por cinco goles, cinco. Y no pasa nada! O como acostumbraban a decir nuestras abuelas, más se perdíó en Cuba, y volvieron cantando, y aquí les dejo la canción, que es maravillosa. Feliz domingo y...hasta la próxima derrota.




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