martes, 3 de junio de 2014

Adios a la inocencia

    Si ustedes me leen tanto como yo me hago la ilusión de que lo hagan, se habrán dado cuenta que, como Rilke el poeta, estoy convencida que la verdadera patria del hombre es la infancia, y todo lo que viene después, una sucesión de hechos sucesivos que a la menor oportunidad nos llevan de nuevo a esa patria dorada y perdida. Es una teoría, pueden ustedes compartirla o no, como todas, y ahora les cuento el porqué de este párrafo. 

    Tenía yo desde hace un par de días una entrada preparada, con asuntos varios, dedicados casi todos a mi última visita a España, con particular atención al lenguaje radiofónico, que me parece fascinante, sobre todo el de la publicidad: "visite nuestras instalaciones, donde encontrará usted todo lo que busca en porcelánico"; supongo que era una tienda de baldosas, pero lo del porcelánico me sonaba más a era Jurásica que al reino de Porcelanosa.

    Retomo el hilo perdido, que es algo típico (lo de perder el hilo) de la edad tardía en la que estoy entrando. Tenía yo mi entrada preparada, y va Juan Carlos y dice que se va, y me ha dejado con un palmo de narices, porque por mucho que los opinadores y sabios miles de este nuestro bendito país digan que estaba cantado, yo me imaginaba a este señor agarrado a su muleta y a su trono por los siglos de los siglos. Así es que el rey me ha fastidiado la entrada que ya tenía hecha y, francamente, no me quedan muchas ganas de sumarme al coro de opinadores y expedidores de bromitas y chascarrillos vía Facebook. De todos los cuales, el que más me enternece es ese que saca a la reina preguntándose qué va a hacer ella con ese hombre todo el día en casa. 

   Que servidora es republicana de pensamiento, palabra y obra es algo que también he proclamado a los cuatro vientos; pero visto el panorama que tenemos, me parece que el expediente republicano no es el que más urge resolver en estos momentos mientras el gobierno se empeña en mantener lo de la recuperación económica con seis millones de parados por las calles. Francamente,  el que  los Borbones se pasen otros treinta años representándonos en coronaciones y ferias de muestras no es lo peor que nos puede pasar, mientras no roben demasiado y a Urdangarín y señora les apliquen el castigo que se merecen, si es que se prueba definitivamente que se lo merecen.Y además les voy a confesar que este príncipe Felipe hasta me cae bien, hay cosas en la vida que no se pueden explicar de forma racional. Lo que nos pasa a muchos, es que con este rey se marcha de nuevo un trozo de nuestra añorada infancia, de esos años donde todos creíamos en los Reyes Magos y el Ratón Pérez, donde todo estaba por hacer y creíamos que otra nación era posible y encima lo conseguimos. De marzo para acá nos hemos quedado sin dos de esos pilares de nuestra patria infantil, y algunos, han tirado por la via de en medio reclamando la república, como quien pide salir hasta las tres de la mañana porque ya es mayor.

    Si mañana me preguntaran en un referéndum (que no me lo van a preguntar y menos mañana) si deseo que España se convierta en una república diría que sí sin pensármelo dos veces; es más hasta creo que el ciudadano Felipe de Borbón diría que sí si le preguntaran. Como no lo van a hacer y de paso, si los resultados de la Roja (antes Selección) colaboran, el asunto se va a ahogar en un mar de debates televisivos y perder en una maraña de goles, nos acostumbraremos a tener un nuevo rey, con los poderes bien recortaditos y la llave de la hucha pública lejos de sus manos; con eso creo que por ahora ya salimos apañados.

    Y como decía Azaña, allá por el lejano siglo XX en sus años treinta: "si los españoles hablásemos sólo de lo que sabemos, se haría un inmenso silencio en todo el país que algunos aprovecharíamos para estudiar"...y Azaña sí que sabía lo que era una república, porque fue su presidente de 1936 a 1939, unos años entretenidos...

   

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