martes, 8 de diciembre de 2015

En torno a mi propio nombre

    Hoy es mi santo, que viviendo en el extranjero es como decir que hoy es martes, porque eso de celebrar el nombre propio es una costumbre sureña, que apenas algunos italianos tienen en cuenta y unos pocos españoles aún siguen conservando. Una cosa de familias decadentes, para qué vamos a negarlo.

    Les escribo a ustedes desde la penumbra nórdica de las cuatro y media de la tarde que parecen las ocho, y me doy cuenta que llamarse Concha y vivir más allá de los Pirineos es una proeza. Porque, claro está, servidora se llama en realidad Concepción y no sólo, pues por mi fecha de nacimiento aún me tocó esa bonita ley franquista gracias a la que todas las mujeres llevamos el María puesto por delante en el DNI. Ni les cuento la cantidad de paseos que me doy a las oficinas de correos a recoger cartas certificadas que los carteros no me entregan porque el nombre no coincide; los problemas con las tarjetas de crédito donde sólo cabe el "María", nombre bajo el cual no me reconozco y tiendo a esquivar; los billetes de aviòn que parece que le estoy comprando a una hermana mía cuando soy yo la que vuelo...Llevo así 25 años de exilio y cada día que pasa me pregunto si no hubiera sido más útil ir a un notario desde el principio y que me pusiera "Ana" o "Carla", o "Elena", que son nombres cortitos, que se pronucian igual en todas las lenguas y admiten pocas variantes. 

    Abundando en el tema, "Concepción", e incluso "Concha" es un nombre viejuno donde los haya. Acabo de lanzar un concurso en un chat de Whatsapp que tengo con varias y numerosas amigas españolas, regalando una cena a golpe de jamón del bueno (en mi casa siempre es bueno) a quien sea capaz de enumerarme tres conchas que no sea yo y sean más jòvenes que yo misma: me he dado centa que 1965 debió ser una barrera infranqueable para ciertos nombre con origen virginal, porque todas las Inmauladas, Asunciones, Socorros, Ascensiones y similares son todas más viejas que yo. Incluso diría que mucho más viejas que yo. Han pasado ya varias horas desde que lancé el reto y me da que el premio va a quedar desierto!

    Y siguiendo con nombres viejunos, de esos que ya nadie lleva puestos encima, les diré que en mi querida tierra castellana somos especialistas en largarle esa cruz a los hijos para que la lleven de por vida, afortunadamente cada vez menos. Pero que aún les puedo contar que conozco personas con nombres esdrújulos que son de mi quinta (algunos de ellos compañeros de colegio o universidad) y que se pasean por el mundo firmando como Ceferino, Serafina, Atanasio, Raimunda, Josefa, Saturnina, Bienvenida, Telesforo, Bonifacio, Eleuterio (que además me lo encontré hace poco y es funcionario de prisiones con ese nombre tan de presidiario famoso) Abelardo, Alipio, Teodoro o Resurrección. Y a los pobres ni les queda la esperanza de que regresen ciertas modas retro y los niños vuelvan a llamarse como ellos, como sí ha ocurrido, por ejemplo,  en Francia.

    Hay que pensarse mucho el nombre que le pone uno a los hijos, no vaya a ser que lo lleven cargando toda la vida. El día de mi santo se pasó con estas reflexiones y por cierto en mi caso reflexionaron poco, porque Concha es aún mi señora madre y Concha era mi abuela. Y el concurso que convoqué por Whatsapp ha quedado sin vencedor aunque a mi querida amiga Nieves le voy a dar un premio de consolación, porque ha participado con ahínco y además me ha mandado un video bastante retro (tanto por la canción como por los que la cantan) que me ha encantado. Ya sabes Nieves, mi jamón (cuando llegue) te espera! Un poco de paciencia.


1 comentario:

  1. Pues no te digo lo que es llamarse Iciar ( pre-democracia: Lucia? No, señora, Iciar. Pues eso, Lucia 🙄. Eso, sin cruzar los Pirineos o el charco. Y sin entrar en apellidos de trece letras.
    Siempre me he preguntado si mis padres lo plantearon como test de superación en la vida, yo también soñaba con llamarme Pilar, Isabel, incluso Cincha, precioso nombre por cierto. ...

    ResponderEliminar