domingo, 27 de diciembre de 2015

La prueba del langostino congelado

    Cuando uno deja de ser niño, las Navidades a veces son un fastidio. Es más, uno de los síntomas de la edad madura es lo que se despotrica de la Navidad, bien es verdad que muchas veces más como una pose que como un sentimiento verdadero. Todos nos quejamos de las comilonas interminables y de los kilos que cogemos, pero nadie hace dieta esos días o lleva su cena a un comedor social. A todos nos revientan los villancicos a modo de hilo musical, pero a poco que nos den pie nos arrancamos a cantarlos. El amigo invisible nos repatea pero secretamente esperamos que, este año, por fin, acierte. La familia nos resulta una presencia atosigante pero nos alegramos de tenerla, y de no ser uno de esos alemanes solitarios que se tuestan al sol de Tenerife porque no tienen otro plan mejor. Quieren más ejemplos? Puedo seguir, pero creo que se los imaginan. 
   Yo no pido grandes cosas por Navidad: estar con los míos sin resultarles atosigante (que puedo serlo si me lo propongo) compartir muchas cañas en los bares con mis amigos, ver muchas películas en mi casa, leer con avidez, beber y comer sin remordimientos y pasar horas en mi casa del pueblo, ya saben, esa que no es una casa ni está en un pueblo. Como mis expectativas son bajas, casi siempre se cumplen! 
   Entre tanto exceso etílico, gastronómico y familiar, he llegado a una importante conclusión: la gran prueba de fuerza navideña (al menos en la España interior) es sobrevivir al langostino congelado. Ya saben, esos que compran nuestras madres y suegras porque les ha asegurado el pescadero que los de este año son fantásticos y no parecen congelados. Los pescaderos castellanos, afirmo, deberían meterse en política, tal es la habilidad que han desarrollado para mentir como bellacos y enbaucar a señoras mayores un año sí y otro también. El langostino congelado es y parece congelado aunque venga vestido de lagarterana, y venga del océano que venga; y es factor de intensos debates y a veces hasta de discordias en las mesas navideñas, donde hay una nueva generación de españolitos que han crecido con Arguiñano y Master Chef y ya no se tragan eso de que "ni parecen congelados". 
    Ya saben , en vacaciones entradas cortas y conclusiones certeras: familia que sufre unida el langostino congelado, permanece unida. Así sea.

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