jueves, 7 de enero de 2016

El arte de preguntar a quien sabe

    Estas vacaciones he estado a punto de comprarme "El arte de la guerra" de Sun Tzu, que estaba rebajadísimo en El Corte Inglés. No es que me atraiga la filosofía china, pero pensaba yo que el libro de cabecera de Emilio Botín, con el que (dicen los que le conocieron) consiguió multiplicar el patrimonio heredado de su padre, convertirse en el primer banquero de Europa, criar seis hijos y que ninguno le saliera un crápula y estar felizmente casado con la única mecenas de las artes que hay en España además de conseguir llevarse bien con todos los gobiernos de la democracia sin importarle el color y hacer grandes negocios con todos ellos; digo yo que de ese libro algo se puede aprender. Ya ven ustedes, yo soy una de esas personas ridículas que aún piensan que de los libros se puede aprender algo, o por lo menos, una parte de lo bueno que otros aprendieron de ellos. 

    Pensaba yo que quizás este embrollo de la política nacional, que a mi me sigue pareciendo apasionante y que tanto preocupa a mis mayores, quizás se pudiera soluccionar si los que tienen que remangarse y ponerse manos a la obra leyeran los libros adecuados, y preguntaran a las personas correctas. De los libros adecuados se me ocurre uno que, además se acaba de publicar en castellano por primera vez: "Las posibilidades económicas de nuestros nietos", escrito en 1930 por un sabio llamado Keynes y como les digo, recién traducido para su comodidad castellanoparlante. No hay otra verdad económica mejor contada que ésta, se lo aseguro. Otro libro importante que yo he releído recientemente y también publicado en español para nuestros políticos alingües: "Las identidades asesinas" de Amin Maalouf, publicado hace veinte años sobre los conflictos religiosos y la lucha por defender la propia identidad, tan actual como si lo hubieran escrito el lunes pasado. 

   Lo de preguntar a las personas adecuadas quizás sea más delicado. Parece que esta gente política se gasta un pastón en dejarse asesorar por ciertos gurús mediáticos que les interpretan las encuestas, les inventan unas frases ocurrentes y les dicen lo que tienen que ponerse para salir en televisión. Me sigue quedando la duda de si les cuentan realmente cómo está el patio, es más creo que ya ni los de Podemos preguntan a quienes saben de verdad. 

    Yo le preguntaría a los padres de la Constitución, y con prisa porque ya quedan pocos vivos, a saber: Miguel Herrero, José Pedro Pérez-Llorca y Miquel Roca, aunque a éste último lo dejaría un rato en cuarentena, porque es el abogado defensor de la Infanta Cristina, por lo menos en lo que se celebra el juicio. Si yo fuera de Podemos, le preguntaría especialmente a Felipe González y Alfonso Guerra, que fueron capaces de convertir una panda de barbudos y progres que se negaban a ser comunistas en un partido con sentido de estado, algo aprenderían, digo yo.  Y le preguntaría a Forges, que cada día del año (desde 1965) dibuja una viñeta donde no falta ni sobra nada y donde siempre da en el clavo. Le preguntaría a Amancio Ortega, que es un nuevo rico que no lo parece, y a Ana Botín, que es una rica de toda la vida que sí lo parece pero no hace el canelo por las revistas. Le preguntaría a Vargas Llosa, ahora que ya se ha mudado a España y se va a casar con una señora que ha sido durante cuarenta años la reina de la prensa del corazón; él,  que ya se casó antes primero con su tía y luego con su prima debe saber bastante de con quién hay que juntarse y con quién no.

    Y hay una habilidad especial que tenemos los padres de familia y que los políticos no tienen y es la de saber hacer ciertas promesas, y formularlas de cierto modo para poder retractarnos si llega el caso. Por lo que veo en el gallinero nacional, los gallos no se ponen de acuerdo, entre otras muchas cosas, porque son deudores de sus promesas electorales, algunas disparatadas, qué le vamos a hacer. Resulta que a todos los mortales nuestros padres nos prometieron juguetes que nunca tuvimos, viajes que nunca hicimos y realidades de color de rosa que nunca se cumplieron, y no por ello les queremos menos. Ahora hay una generación de padres de Super Nanny que no hacen promesas que no puedan cumplir y parece que no por ello los hijos salen más derechos, yo me atrevería a decir que incluso todo lo contrario. La promesa bien formulada es un arte que se ha perdido, y era la puerta abierta a unas esperanzas que aunque no se colmaran,  al menos generaban ilusión y ganas de hacer cosas. 
     Desde este señor del vídeo, ya nadie sabe hacer promesas, incluso con la idea de no cumplirlas. Y nosotros, los niños de las promesas incumplidas que les perdonábamos a nuestros padres, aquí estamos viendo como los más jóvenes se enrocan en unas promesas descabelladas que les impiden dialogar. Sería el amor paterno la clave de todo? Serviría si se lo aplicáramos a nuestros políticos? Hay algún libro donde se lo expliquen?

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