martes, 26 de enero de 2016

Si yo fuera Pedro

    Empatía: según el diccionario de la Real Academia: es la capacidad  de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos. Es una cualidad que, a tenor de lo que dicen mis cohabitantes, escasea en mi persona, aunque vive Dios que lo intento. Es más, a veces me pongo en el pellejo de diferentes personajes (icluidos los novelescos) y pienso que estoy actuando en su lugar. Pues bien, de los muchos pellejos en los que ponerme, si hay uno en el que no quisiera estar estos días es en el de Pedro Sánchez. 

   No me dan ninguna pena los políticos, pues creo que los conozco demasiado bien, e incluso demasiado de cerca como para lamentar su suerte. Son un mal necesario que en su inmensa mayoría se han metido en este berenjenal ellos solitos, por una mezcla de vocación, egocentrismo, ambición, deseo de notoriedad y ciertos ideales donde es muy difícil percibir cuando empiezan las cosas buenas y se acaban las malas, o viceversa. Al  mal necesario los votamos,  los elegimos y les pagamos un sueldo porque alguien tiene que estar arriba tomando ciertas decisiones trascendentales que no podemos tomar los de abajo a riesgo de que ésto se convierta en un guirigay; y esas decisiones son las que precisamente muchos no quieren tomar. Y en este momento, en este complicado tablero de ajedrez en el que se ha convertido el parlamento español, el alfil que tiene que tomar la decisión de darle jaque al rey, aún a riesgo de que la ficha comida sea la suya, es Pedro Sánchez. Y si no toma ninguna decisión, se lo comerán de todas maneras, así que ya ven ustedes qué dilema! Me pregunto cuántos Lexatines le cuesta cada noche de sueño, y por eso no quisiera yo ser Pedro Sánchez, al que entre todos han colocado en ese lugar donde sólo te queda elegir, como al del chiste, entre susto o muerte. 

    No voy a explicar por qué razones, pero en mi vida he tenido que contemplar a muchos políticos de distinto pelaje y capacidad tomando decisiones importantísimas, que implicaban muchos millones de Euros y consecuencias tremendas para la vida de la gente corriente. He visto en muchos casos las caras de angustia, y pocas veces de alivio de esos hombres y mujeres que deciden por nosotros y no sé si los nuevo Pedro, Pablo, Albert y compañía se han dado cuenta de que después de jugar un rato a las campañas electorales y salir en todas las televisiones, ahora hay que mojarse. Lo de Mariano es otra cosa; él no toma decisiones vitales porque de entrada es gallego y no se sabe si va o si viene, y sólo lo formatearon para opositar o en su defecto, tener mayoría. 

   En el 2017, a la vuelta de la esquina, se celebrarán cuarenta años del momento en el que un superviviente y exiliado de la Guerra Civil, y un antiguo Secretario del Movimiento de Franco consiguieron legalizar el partido comunista, no sin mucho viento en contra y opiniones encendidas. No creo que la distancia que separa a los parlamentarios actuales unos de otros sea mayor que la que separaba a aquellos dos seres humanos condenados a entenderse. Si yo fuera Pedro, bucearía en los documentos de la historia (ya que los protagonistas están muertos)  para comprender cómo fue posible llegar a semejante acuerdo. Y sobre todo, si yo fuera Pedro, me retiraría un par de días al monasterio de Silos (o similar) sin móvil, sin televisión y sin consejeros ni asesores que me recordaran el ruido exterior. Como nadie le va a mandar las tablas de la ley escritas en piedra, quizás después de 48 horas en silencio y olvidado del mundo la decisión que tome sea  correcta o errónea, pero suya al menos. 

    Y si yo fuera Pedro Sánchez, antes de proclamarla a los cuatro vientos, le contaría mi decisión a mi mujer, y a mis hijas, aunque sean pequeñas; y si es menester, a mis padres, visto que él aún tiene la suerte de tenerlos. A ellos antes que a nadie, porque es vital poder sostenerle la mirada el resto de tus días a tus seres queridos, especialmente a tus hijos, que te juzgarán sin piedad el día de mañana. Y todo ésto, si yo fuera Pedro Sánchez, pero saben lo mejor? Que no lo soy.

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