domingo, 31 de enero de 2016

Las cosas caras

    Mi padre solía decir que todo lo bueno en esta vida o era caro o era pecado. Para un señor nacido en 1933 imagínense ustedes qué cosas configuraban mayormente el capítulo "pecado"...Entre las cosas caras, había una gran dosis de alimentos y bebidas de elevado precio, algo quizás también propio de un señor nacido en 1933 y que vivió los años de la posguerra en todo su esplendor.   Yo coincido en ciertas cosas con él. Es verdad que lo bueno, lo muy bueno es caro; y en esa lista se me ocurre incluir algunos placeres que he catado excepcionalmente y que no creo que me vuelvan a suceder a menudo: comerme un kilo de percebes de una sentada, beberme un Vega-Sicilia excepcional, cruzar el Atlántico en la primerísima clase de Iberia, dormir en el Ritz de París...En el capítulo de los pecados no incluyo nada porque el pecado es un concepto que no manejo; si acaso el del remordimiento y cierto sentimiento de culpa. Ahora es el momento en el que todos ustedes (especialmente el sector Yoga-Zen) están afilando los cuchillos para atacarme por el flanco de las cosas maravillosas que nos suceden cada día y que son gratis, pero como de esas ya hablo a menudo, porque yo soy una persona que le da gracias a la vida más a menudo que Mercedes Sosa lo canta, hoy toca el lado cascarrabias y materialista: las cosas buenas son caras.

    Y precisamente porque son caras, y porque son buenas y nos gustan, existe la corrupción, y quien es capaz de vender su alma y su integridad por un bolso de Vuitton. Por culpa de esas cosas buenas y caras existen los robos a mano armada en las joyerías y tiendas lujosas; y por eso la gente se endeuda y le pide unos créditos imposibles a unos bancos que roban por gusto (ya ni siquiera para comprarse cosas buenas). Porque cierta categoría de cosas son caras,  nuestros padres ahorraban como descosidos para comprarse un buen abrigo, un buen traje para los domingos, un buen coche y unos buenos estudios para los herederos. Ahora preferimos comprarles un iPhone, sobre todo para no oirles...Pero ya lo pagaremos, ya!

    Se acuerdan ustedes de aquel culebrón mejicano de los años '80 titulado "Los ricos también lloran"? Yo ni me acuerdo de la trama ni de los personajes ni de nada, pero sí del título, que es una frase más cierta que equivocada. La verdad es que los ricos llorarán como todos, pero tienen menos motivos para hacerlo. Un insigne economista llamado Branko Milanovic, profesor de la Universidad de Nueva York (su libro estrella se llama "The haves and have-nots" no sé si está traducido)  va por el mundo soltando conferencias sobre su especialidad que son los estudios sobre la desigualdad, y lo ha dicho alto y claro: cuanto más rico sea el país donde se nace, mejor, pues, palabras textuales: "no hay que engañarse, porque cuando las cosas van mal, los ricos dejan de financiar la cosa pública y la deigualdad aumenta; hay menos alumnos en las universidades, peores escuelas y más enfermos por las calles". Yo ya lo intuía, pero que me lo diga un insigne economista me afirma en la creencia de  que las cosas caras son mejores que las baratas y eso es porque solo los ricos pueden comprárselas. Y por supuesto, que es mucho mejor nacer en Luxemburgo (o hasta en Ciudad Real) que en Damasco.

    Para poder comprarse las cosas buenas que cuestan más que las baratas,  muchos de nosotros hemos ido a la Universidad, estudiado una carrera, hecho unas oposiciones y buscado y hasta conseguido unos trabajos que nos permiten de vez en cuando alguna alegría pasajera. Ya, ya sé que muchos son los que lo intentan y no todos los elegidos pero, al menos cuando yo estaba en edad de merecer, la posibilidad de soñar era libre y la idea de que el sueño se podía consegir, no tan descabellada. Ahora, entre unos y otros les estamos quitando a los que tendrían que pagarnos las pensiones las ganas de pelear por conseguir el mismo sueño: vivir mejor que antes, tener ciertas cosas que no tenías, comprar caro y no barato y hasta ser generoso con los que no tienen. No van a tener gratis los pobres ni el aire que respiran, porque se lo estamos dejando lleno de porquería y también tendrán que pagar por ello. Con esas perspectivas, no sólo no podrán comprar cosas sino que tampoco nos podrán pagar las pensiones! Las alegrías se están poniendo cada vez más caras y, en cambio, la tristeza es muy barata y eso, señoras y señores cuarentones y cincuentones como una menda, nuestros hijos no nos lo van a perdonar nunca. A ver qué se nos ocurre para enderezarlo! Por lo pronto, ir a trabajar mañana...De regalo, la canción del trabajo, de la incomparable Nina Simone, para que vayan ustedes motivados.


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