lunes, 14 de marzo de 2016

Postre viejuno

    Empiezo con un descargo: lo de la comida viejuna es una denominación que le he copiado a mi admirado Mikel López-Iturriaga, alias "El Comidista"; coordinador  del único blog de cocina que sigo habitualmente y dueño de una pluma mordaz y divertida a partes iguales. Con ésto de los motores de búsqueda si uno no quiere llenarse de enemigos en la red, más vale comenzar citando las propias fuentes. Que quede claro de una vez para siempre: yo cuando hablo de la cosa culinaria, siempre me inspiro en "El Comidista". Ahora ya puedo seguir con lo mío, que siempre es más antropológico que culinario. 

    Desde esta mañana, asisto en Facebook a un interesantísmo debate en el que se juntan las diferencias generacionales, las pecualiaridades autonómicas, ciertos comentarios históricos, alguno hasta político, las cuestiones de género y grandes dosis de sarcasmo y buen humor. Que de qué hablábamos? Del futuro gobierno? Nooo, entonces el sarcasmo y el buen humor hubieran estado de más. Hablábamos,  una pandilla de amigos y blogueros,  de una reliquia de las cartas de los restaurantes de la España cañí: el postre llamado "Pijama". Para los mucho más jóvenes que yo y/o desmemoriados: consiste en la combinación dentro de un mismo plato de dos o tres bolas de helado con piña y/o melocotón en almíbar, un flan, abundante nata montada y alguna galleta de adorno.  El tal postre era un bombazo de calorías que venía tras un menu de tres platos en el que nunca faltaban los entremeses variados, el cóctel de gambas y el pollo al ajillo. A mi amigo Alberto, aunque lo suyo sea el cine, le ha dado por empezar el día colgando una foto de este plato de composición picassiana y los habituales  que entramos al trapo, nos hemos pasado el día sacándole punta al asunto.

    Es aún algo que se sirve en los restaurantes? Es un horror culinario o un conjunto bien pensado para acabar con el hambre de la posguerra?  De dónde es oriundo? Lleva o no lleva piña en almíbar? Y melocotón? Admite variantes regionales? A cuántos de nosotros nos lo sirvieron en nuestra comunión? Y todas estas son apenas la mitad de las preguntas retóricas que el debate mañanero ha suscitado. Por no hablar de la cantidad de cosas nuevas que hemos aprendido, como su origen catalán, que a mí me ha resultado un chasco particular, pues yo estaba convencida de la superioridad culinaria y mayor refinamiento  de los catalanes con respecto a los castellanos viejos allá por los '70 y '80...Y ya ven ustedes que con la creación, comercialización y expansión del "Pijama" al territorio nacional dieron un paso en falso. Como en el debate hemos participado todas las gentes de la España plural, hemos comprobado que, aparentemente, sólo la Rioja salió indemne del experimento, pues dos riojanas de pro  han negado,  aún más vehementemente que San Pedro,  que de esta composición para diabéticos comatosos no tuvieron noticias hasta que se la sirvieron en otras autonomías. 

    Y como ocurre con cada cosa viejuna que sale a la luz de Facebook, el batallón de los nostálgicos es el que se lleva el gato al agua. Que si me lo pusieron en la comunión, o en la boda de una tía; que si era un premio cuando te portabas bien durante un largo almuerzo familiar de domingo...En lo que todos coincidíamos (y los nostálgicos principalmente) es en que era algo que se comía en los restaurantes; porque aún no habían entrado las Thermomix, las hojas de brick y la fruta de la pasión  en nuestras vidas y porque en casa de nadie (al menos en los años de mi infancia) se comía otro helado de postre que no fuera la gloriosa tarta al Whisky de Avidesa. En casa,  el postre era flan, arroz con leche o natillas, y las combinaciones extrañas había que pedirlas en los restaurantes; y ésta combinación en particular, tenía el mérito de que a los glotones (yo lo era) nos daba la oportunidad de comerlo todo y no tener que elegir entre el flan (que nos gustaba) y el helado, que no nos daban en casa regularmente.Ya les he contado muchas veces que mi padre no nos dejaba pedir Coca-Cola en los bares pero sí tinto con gaseosa, que según él era menos dañino...Eso para que vean ustedes el viaje culinario que algunas y algunos hemos tenido que emprender para llegar hasta aquí.

    Vaya, que hoy hay que darle las gracias a Alberto, por sacar a colación el olvidado "Pijama" (les he ahorrado las miles de teorías sobre el porqué de su nombre) y las muchas sensaciones gustativas y no tanto que esta magdalena de Proust ibérica nos ha provocado. Quizás llegue un día en el que algún espabilado lo sirva en forma desestructurada y con humos varios (a éste viniendo de donde viene el único humo que le pega es el del Ducados) y se marque un bombazo gastronómico. Cosas más insólitas hemos visto, no?


   


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