jueves, 3 de marzo de 2016

No pudo ser

    Ya está. 35 años después del 23-F (que lo recuerdo como si fuera ayer) y de haber visto con mi familia la más que decente película de mi paisano Chema de la Peña que repusieron en TVE la semana pasada, resulta que los españoles necesitamos la mayoría absoluta para funcionar, porque parece imposible que nos dejemos gobernar de otra manera. Será por eso que aguantamos otros 35 años a un señor feo, bajito y de voz chillona que tenía la mayoría, la opinión, el bastón de mando y al ejército con él. Ya estoy empezando a pensar lo peor de nosotros mismos. Será por eso que la conversación es un arte que se ha perdido; y que lo que llaman tertulia en los medios no es más que un tinglado vocinglero; será también por eso que la gente aún ve "Sálvame",  que es un perfecto ejemplo de  conversación fallida y la verdad, visto el debate de investidura de ayer, bastante parecido a los modos de nuestras nuevas señorías.

    Cómo pude yo ser tan ingenua a mis cincuenta primaveras como para pensar que España podía tener un gobierno de coalición? De dónde saqué yo el optimismo incauto que me llevó a pensar que por fin estábamos en ese momento en el que nos hacemos mayores democráticamente y que pueden juntarse dos (o tres) partidos en un mismo gobierno? Yo misma les doy la respuesta: la ingenuidad es un mecanismo de defensa ante la vejez que se me echa encima; el optimismo es por una parte congénito y por otra, me lo fomenté yo  a mi misma desde hace meses,  a cuenta de pasarme el día leyendo y releyendo cosas sobre la Transición, ese milagro político que ahora todos se empeñan en negar y poner al mismo nivel que la Virgen de Fátima y los pastorcillos.

    Ayer no pudo ser, porque los que querían no podían, o incluso no querían lo suficiente. Mañana tampoco podrá ser porque todos seguirán no queriendo y así, nos encaminaremos pasito a pasito a las urnas, de dondre saldrá en junio una foto parecida a la de diciembre; quizás corregida y dudo mucho que mejorada. Hemos perdido el tren de la madurez política, el diálogo y el sentido común y nos hemos subido a la camioneta del griterío, la pelea callejera y la política de megáfono. Y como seguimos creyendo en aquello que inventó Fraga de que "Spain is different", no podemos tener gobiernos de coalición, sino mayorías absolutas con parlamentos dóciles e inutilizados durante cuatro años.

    Y claro que sí, señoras y señores, esos tipos que gritan y se avasallan dentro de las Cortes, y que son incapaces de dar un paso adelante generoso y tolerante por el bien del país,  los hemos votado nosotros, no me vengan ahora con que no nos representan. Y se comportan así, porque sus encuestadores, sociólogos y gurús de medio pelo les han dicho que si no,  no les votaremos más; y de ahí toda esa pamplina de las líneas rojas, las confluencias, las centralidades y demás majaderías. Así que nada de mirar para otro lado: cada pueblo tiene el gobierno que se merece...O no lo tiene como es nuestro caso. 

    Ya me estoy preparando para volver al Via Crucis de pedir las papeletas, esperar al correo, reclamaciones al censo, envíos certificados, etc. Pero esta vez, después de 32 años de votar con cierta cabeza, hasta contemplo la posibilidad de votar en blanco y de rezar a los santos electorales para que no den a luz a un Trump o una Le Pen a la española y vayan todos a una, como en la desdichada Fuenteovejuna a votarlos para que salven la patria. Estoy un poco enfadada...Se me nota?

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