sábado, 5 de noviembre de 2016

Ciudades

    Me encantan las ciudades, todas; y me encanta hacerme listas donde pongo las que conozco, las que me marcaron, las que me decepcionaron y las que me quedan por conocer. Y en España tenemos muchas y variadas ciudades, que en la geografía de la EGB nos dijeron que sólo eran aquellas que eran capitales de provincia, y que lo demás eran pueblos, para escarnio de "pueblos" como Vigo, Gijón o Puertollano, bastante màs grandes que las capitales de provincia que los ninguneaban.  Por suerte la geografía se ha modernizado y ahora las ciudades lo son por otros criterios que van màs allà de acoger al gobernador que nombraba Franco. 

   En España hay ciudades que son personajes literarios de una novela excelsa, como Oviedo, pero que son conocidas porque tienen una estatua de Woody Allen. Otras son bellas a rabiar, y he comprobado que, curiosamente, muchas de éstas empiezan por "s": San Sebastián, Sevilla, Salamanca, Soria, Santiago de Compostela. También las hay feas de libro, ganadoras cada año de concursos de fealdad urbana que las hacen merecedoras de cierta conmiseración y, hasta poseedoras de cierta oculta belleza: Badajoz, Baracaldo, Albacete, Huelva. Las hay señoriales, como Granada o catetas como Alicante o Zamora. Grandes como Madrid y pequeñas como Huesca. Vanidosas como Barcelona, ocultas como Vitoria, fatigosas como Madrid  y anodinas como Guadalajara, de la que todo el mundo habla cuando nadie ha estado. 

   Hay ciudades españolas de las que solo se habla cuando toca el Gordo de Navidad, porque siempre cae en ellas: Hospitalet de Llobregat, Getafe o Gerona. Hay otras a las que el Gordo les cayó en forma de museo, como Bilbao; de veraneos aristocràticos o Reales, como Palma de Mallorca o de parada de cruceros, como Màlaga o Santa Cruz de La Palma. Hay ciudades espiriruales como Avila, y ciudades para el espiritismo, como Lugo. Hay ciudades que tienen ciudadanos y otras que solo tienen turistas. O fantasmas, como esa que quería construir el Pocero en mitad de La Mancha y bendita sea la crisis que se lo impidió. 

    En una de estas últimas acabo de pasar varios días. Como la naturaleza humana es caprichosa, Màlaga se ha convertido pràcticamente en la primera ciudad de Andalucía porque tiene un puerto en el que una vez por semana (los jueves, evitenlos) desembarcan 13000 cruceristas provenientes de cuatro barcos. Les aseguro que el faraon habría liquidado con más facilidad las siete plagas de Egipto que los cruceristas de cuatro paquebotes sueltos por el centro urbano.Tiene ademàs una extraña confluencia de museos que han traído aquí los restos de feria de sus colecciones; obras de arte de valor indudable pero que en París, en San Petersburgo, en Madrid o en Barcelona tendrían bastante poco cartel. Para rematar, tiene a Antonio Banderas, a Maria Teresa Campos y un clima envidiable. Y si se le quita todo ésto, qué tiene Málaga en realidad? 

    Todo ésto me preguntaba yo, mientras paseaba, disfrutando de cada momento, por las callejuelas del casco histórico de Antequera, que también es una ciudad según la geografía moderna, y un pueblo según la antigua. Con un encanto, una arquitectura, unos bares y unas fàbricas de polvorones y mantecados que ya las quisiera Màlaga para ella...Y sin cruceristas! 

    Nota final: esta entrada es subjetiva y por ello, no compartible. Nacionalistas y amantes cada uno de su pueblo o ciudad, absténganse de mandarme quejas sobre mi propia lista. No contesto. 

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