viernes, 25 de noviembre de 2016

Lo que me dé la gana

    Acabo de terminar de ver la primera temporada de "The Crown" en Netflix, casi de un tirón. Es una más que entretenida serie, con buena trama, buenos personajes, excelentes actores y cierto rigor histórico. No me queda la menor duda  de que el retrato de la reina Isabel de Inglaterra está bastante edulcorado y es peliculero, pero si queda algo de cierto en todo lo que nos han mostrado en esos primeros años de reinado de esta señora (que parece que morirá cuando ya no quede ni un terrícola en pie)  es ese sentido del deber casi enfermizo; ese obsesión por no apartarse de las consignas recibidas de sus ancestros, ese hacer siempre "lo que hay que hacer" ("do the right thing" en versión original) aun teniendo mando en plaza...O quizás  haciéndolo porque intuía que no tenía ningún mando en absoluto. me ha quedado la duda. 

    A mí, como a tantos otros de mi quinta me educaron para ser obediente; no sé si porque nacimos en tiempos de dictadura o porque no había otra educación posible. Mi abuelo, que era un señor que mandaba muchísimo y a quien no le gustaba que no le dieran la razón, me repitió cien mil veces durante mi infancia que mandar era una pesadez y que no había nada mejor en el mundo que obedecer a lo que te  mandaban otros que sabían lo que había que hacer. A él por supuesto nadie se lo decía, porque era de los que decidía, suponiendo siempre que sabía "lo que había que hacer". Y así me planté yo en mi edad adulta, siendo alguien que quizás no siempre obedecía, pero que siempre estuvo obsesionada con hacer  lo que había que hacer:  estar en el momento oportuno donde se me pedía, traer buenas notas a casa, ayudar al prójimo, no levantarle la voz a mis mayores, tener un respeto venerable por las canas y quienes las llevan, pensar que los adultos siempren tenian la razón y sí, en el fondo,  obedecer y dejar que otros manden por mí. No en vano me he buscado un trabajo donde yo no decido nada y me limito a ir cada día donde me dicen y a la hora que me dicen. 

    Pero ahora obedecer no está bien visto y menos aun hacer lo que hay que hacer en cada momento del día. Quizás no esté del todo tan mal que nuestros descendiente pongan en solfa nuestros sagrados principios de obediencia y hacer las cosas como Dios manda, y quizás una sana rebeldía nos hiciera avanzar un poco más como civilización. El problema es que estas camadas de jóvenes supuestamente desobedientes, obedecen a otras fuerzas menos sabias y más perversas que emergen de unas páginas web y de unos canales de Youtube donde, con todos mis perdones, habrá vida inteligente pero yo aun no la he encontrado. Y en cambio, otras páginas, otra prensa y otros medios desobedientes que les ayudarían a reflexionar y ser mejores ciudadanos, ni los miran porque les parecen un rollo. 

    Y por supuesto, aspiran en esta vida a hacer lo que les de la gana. Yo también aspiraba a ello ciuando vivía en la casa de mis padres y estaba convencida de que llegaría un día en el cual sería yo la que gobernara mis noches y mis días. Van pasando los años y las circunstancias, y yo, ni gobierno nada de nada, ni soy dueña de mis días y mis noches ni, por supuesto, hago lo que me da la gana; eso menos que ninguna otra cosa. Y todo porque desde pequeñita, como a la reina Isabel, me inculcaron eso tan fatídico de hacer "lo que hay que hacer". Y cuando uno hace lo que hay que hacer en cada momento del día, lo que nos da la gana tiene poco margen de maniobra para infiltrarse en nuestra vida. Sé que no soy la unica a quien esto le pasa y tengo muchos amigos (y sobre todo amigas) que padecen este mismo síndrome. Ahora voy contando los años que me quedan para jubilarme, porque pienso que en ese momento, por fin, podré hacer lo que me de la gana, y no sé si otra vez me llevaré un chasco morrocotudo. De ilusión también se vive.

    En el fondo me da pena la reina Isabel, porque como ella no se jubila, no ha llegado nunca a hacer lo que le ha dado la gana. Quién sabe, a lo mejor ese es el secreto de su longevidad! A ver si Netflix nos lo sigue contando, ya que ella misma, como hace lo que hay que hacer, no suelta prenda.

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