domingo, 27 de noviembre de 2016

Un adiós sin manual

    "En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha muerto como del rayo Ramón Sijé, con quien tanto quería"

    Y en Lovaina, que no es mi pueblo ni es el suyo, se me ha muerto de triste manera, en una triste mañana de domingo, mi amiga Teresa, con quien tanto, yo también, quería. Y lo peor, yo no soy Miguel Hernández, ni tengo su talento para escribir las más bellas palabras que jamás se hayan escrito por la muerte de un amigo. 

   Y sí, yo también "quisiera ser llorando el hortelano, de la tierra que ocupas y estercolas, compañera del alma tan temprano"; o quizás en nuestro caso, quisiera ser cada uno de esos libros que hemos compartido,  la tinta azul de pluma con la que escribías esas postales que recibíamos puntualmente cada santo, cumpleaños y Navidad; el recuerdo de mi padre vistiendo su capa castellana en mi boda que tanto te impresionó o los sonajeros de plata que recibieron  mis hijos de una señora con todas las letras de señora, que escribía postales a mano y regalaba sonajeros de plata a los hijos de sus amigos. "Tanto dolor se agrupa en mi costado, que por doler me duele hasta el aliento". 

    "Un manotazo duro, un golpe helado, un hachazo invisible y homicida, un empujón brutal te ha derribado"; y a pesar de ello, aún recordabas el cumpleaños de mis hijos, aún recordabas que tenías que enviarme un libro que me habías prometido, aún recordabas que hace una semana estuve en Suecia y me pelé de frío. Y yo, por seguir copiando al que lo dice mejor que yo, "lloro mi desventura y sus conjuntos, y siento más tu muerte que mi vida". 

    Y mientras voy "de mi corazón a mis asuntos", sigo recordando comidas de domingo en esa casa con jardín y estanque con peces, donde nadie era extraño, donde comían lo mismo cinco que cincuenta, donde se firmaba en un libro de visitas y uno se sentía importante a pesar de ser un pelele de veintipocos años, donde en muchos sentidos, aprendía a hacerme mayor. Recuerdo jotas aragonesas cantadas al calor de excelentes vinos franceses y debates encendidos hasta altas horas de la madrugada donde los curas parecían seglares, los seglares , filósofos, y la vida corría a borbotones. Y ese es el recuerdo que me queda, hasta que "vuelvas a mi huerto y a mi higuera, y por los altos andamios de mis flores, pajareará tu alma colmenera". 

    "Tu corazón, ya terciopelo ajado" se ha ido de este mundo lleno de cariño que te merecías, o quizás, de una décima parte de lo que te merecías, porque es imposible que cupiera todo lo que te debemos los muchos a quienes tú tanto diste; sin un mal gesto, siempre con una sonrisa, siempre con la palabra atenta, siempre con la mirada clara de las personas buenas. Y...

    "A las aladas almas de las rosas
   de almendro de nata te requiero; 
   que tenemos que hablar de muchas cosas, 
   compañera del alma, compañera"

    El entrecomillado es de Miguel Hernández. El resto es mío; espero que los talibanes de las patentes me lo perdonen. "Ave,  Teresa" (ella siempre respondía "ave" al teléfono) los que van a vivir sin tí, te saludan. Descansa en paz, ahora sí.

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