jueves, 14 de febrero de 2019

Otro San Valentín

    Que ya, que ya sé que lo que toca hoy es hablar del Procés o de las elecciones que están por caer, o de como el Procés ha precipitado las elecciones o de como las elecciones van a estar supeditadas al Procés. Pero de ese disco rayado hay que salir huyendo, así que aprovechando no ya que el Pisuerga pasa por Valladolid, no sólo que ya estamos todos hartos de campaña electoral a pesar de que oficialmente no ha empezado, y aprovechando sobre todo que hoy es San Valentín, fecha que jamás he celebrado ni celebraré (mi marido y yo nos lo prometimos el uno al otro en la prehistoria de nuestra vida en común y lo cumplimos a rajatabla) voy a hablar de amor. 

    La cosa es que a mí, hablar de amor se me da regular. Primero porque como buena castellana vieja, me resulta más fácil describir el paisaje que los sentimientos; después, porque hay quienes han hablado de amor, desde el principio de los tiempos, y me dan mil vueltas. Así que hoy me van a permitir ustedes que sea un poco vaga y les deje dos sonetos (la poesía perfecta)  de amor, claro; en vez de devanarme los sesos intentando escribir yo cuatro párrafos o cinco llenos de improperios, que es lo único que la actualidad me sugiere. No se crean que les voy a cascar los primeros que se me han ocurrido, llevo días de búsqueda y lectura poética, algo que, lo crean o no, es un bálsamo para el alma, bastante mejor que los libros de autoayuda o las posturas raras de Yoga. 

    El primero, de mi poeta favorito, Quevedo. Al que vuelvo siempre y del que nunca me canso, porque lo tiene todo: amor, humor, sarcasmo, profundidad, alegoría, lenguaje, ritmo, ingenio y sabiduría. Este es de los conocidos, pero si algún día se rompen una pierna, les recomiendo que se los lean todos, al menos los sonetos: 

Es hielo abrasador, es fuego helado,
es herida, que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado.

Es un descuido, que nos da cuidado,
un cobarde, con nombre de valiente,
un andar solitario entre la gente,
un amar solamente ser amado.

Es una libertad encarcelada,
que dura hasta el postrero paroxismo,
enfermedad que crece si es curada.

Éste es el niño Amor, éste es tu abismo:
mirad cuál amistad tendrá con nada,
el que en todo es contrario de sí mismo.
   
    Y el segundo, de Lorca; de la serie "Sonetos del amor oscuro", que publicó por primera vez el diario ABC en su totalidad en el año 1984,  cuando la prensa publicaba estas cosas en primicia  y no los detritus actuales. En el 2019 no sólo nunca serían portada, sino que, además, corremos el riesgo de que amores como los de Lorca, vuelvan a estar mal vistos...

Quiero llorar mi pena y te lo digo
para que tú me quieras y me llores
en un anochecer de ruiseñores,
con un puñal, con besos y contigo.

Quiero matar al único testigo
para el asesinato de mis flores
y convertir mi llanto y mis sudores
en eterno montón de duro trigo.

Que no se acabe nunca la madeja
del te quiero me quieres, siempre ardida
con decrépito sol y luna vieja.

Que lo que no me des y no te pida
será para la muerte, que no deja
ni sombra por la carne estremecida.

    Pensándolo bien, visto lo visto y soportado el procés, la manifestación de Colón, y las semanas que nos quedan por delante, yo como Lorca: quiero llorar mi pena y te lo digo...

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