jueves, 21 de febrero de 2019

A las urnas rogando

    En los próximos meses me voy a tener que ocupar de hacer una serie de papeles (aparte de los muchos que hago habitualmente) gracias a las elecciones y a sus dos convocatorias separadas. Porque aunque ya lo he dicho, e incluso denunciado en este blog, que es tan viejo que ya hasta tiene hemeroteca abundante,  electoralmente, soy una ciudadana  de segunda categoría. Echen un vistazo a mi entrada del 22 de junio del 2016 ("Con voz pero sin voto") y comprenderán; y por si les da pereza, les hago un resumen: como vivo fuera de España, cuando hay elecciones tengo que rogar mi voto, no simplemente votar. Han leído bien, lo de "rogar", porque así lo llama la ley electoral que los dos grandes partidos apañaron en el 2011, en lo mejor de la crisis, pensando en esos millones de españoles cabreados que andaban por varios países ganándose las lentejas:  si quieres votar, tienes que manifestar por adelantado tu intención de hacerlo en la oficina del censo electoral de tu provincia de origen. Después la oficina te manda la documentación necesaria, y las papeletas, y si no se espabilan lo suficiente, como los plazos son cortos te quedas sin votar. A mi ya me ha pasado dos veces, la última en junio del 2016.

   Pero se piensan ellos que eso les va a evitar mi voto? Apañados van con una que ha estado dieciocho meses pleiteando con Iberia. Se que no me leen, a pesar de que me he hecho de Twitter, (que dicen que es lo más viral que hay) pero desde aquí proclamo:  en los próximos días les voy a caer encima aprovechando una visita a mi tierra porque dos elecciones y dos personas votantes en mi hogar (mi hijo se estrena este año como ciudadano responsable) son más que merecedoras de unas pinturas de guerra y una visita insidiosa a la oficina en cuestión. 

    Y con las mismas, en esta entrada de hoy, breve pero encendida, animo a todos mis lectores de nacionalidad española y expatriados, a que se pongan en contacto con sus oficinas provinciales del Censo Electoral y verifiquen que constan en el mismo como votantes de pleno derecho. Y les animo igualmente a que sean machacones y pelmas, y reciban las garantías necesarias de que llegado el momento, el censo les enviará la documentación y las papeletas con el tiempo necesario para poder votar. Y a que verifiquen con ellos la dirección postal a la que hay que mandar todo ello, porque lamentablemente dependemos del correo y la dirección tiene que estar bien escrita, aunque uno viva en Laponia, o en un calle polaca con cuatro consonantes en la misma sílaba. Y ya sé que dar la matraca es un trabajo y una castaña al mismo tiempo, pero eso es precisamente lo que buscaban quienes nos humillaron con este invento del voto rogado: que nos cansáramos y desistiéramos. 

    El teléfono ese, que ustedes emplean en ver el tiempo para mañana, los resultados de la liga y seguir a Beyoncé en sus redes sociales, también sirve para lo suyo: telefonear. Y los empleados del censo, que trabajan  abundantemente sólo en tempo de elcciones, están para atenderles a ustedes. A por ello mis valientes, el voto rogado sólo nos lo quitarán cuando descubran que el objetivo que buscaban, convertirnos en ciudadanos con derechos restringidos, no sirve. A las urnas rogando! Y con el mazo dando, claro que sí.

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