domingo, 3 de febrero de 2019

Del cine a la República.

    Amaneció ayer nevando, otro día más, pero con la suerte de que era sábado y no había que echarse a la calle; así que con paciencia y toda la lentitud posible, emprendí mi segundo café de la mañana con la lectura de la prensa, donde me encontré en la sección de opinión del País con un artículo de mi amigo (y otrora compañero de fatigas laborales) José Ovejero. José es  un excelente escritor y un buen tipo, al que hace algunos años que no veo pero que, gracias a sus escritos, siento cercano. No todas sus obras me gustan, pero me gusta su estilo directo y conciso, su honestidad como autor y muchas de las ideas que desgrana en sus columnas de prensa, con las que siempre concuerdo. Como el artículo que leí ayer por la mañana que,  para que vean, esta vez he conseguido yo, la reina de la torpeza informática, copiarles el link para que lo lean ustedes si es que ayer se les escapó. Aquí lo tienen:  /elpais.com/elpais/2019/02/01/opinion/1549046721_404066.html. Les dejó el título por si el link no funciona: « En defensa de la república inútil »

   Después de leerlo, me refrendo aún más en la idea de que a fuerza de tener siempre problemas pendientes nos olvidamos de ciertos problemas fundamentales cuya solucción  vamos aplazando porque siempre hay otra cosa que hacer. Discúlpenme por la comparación idiota, pero es como si a los padres de familia después de hacerles todas las revisiones médicas  pertinentes a nuestros niños, mirarles la vista, vacunarlos, practicarles ortodoncias y quitar muelas del juicio, visitar logopedas, psicólogos y psicomotricistas, alergólogos y veinte mil terapeutas más, nos encontraran un cáncer porque dejamos que un lunar creciera de forma sospechosa o jamás nos hubiéramos hecho una mamografía o un análisis de sangre. Qué verdad la que dice el autor de la columna de opinión: "el fantasma de la inestabilidad nos ha llevado demasiadas veces en España  a tragar lo intragable".

    Llegados a este tercer párrafo de la entrada, espero que su curiosidad científica les haya hecho leer el artículo de Ovejero antes de seguir leyendo el mío (entre otras cosas porque es mucho mejor) y que no se extrañen si lanzo una de mis eternas preguntas retóricas: mejoraría la situación española si tuviéramos un presidente como jefe de estado y no un rey? Probablemente no, pero al menos el jefe del estado sería alguien elegido por nuestros votos (incluso un pelele elegido, claro que sí) en ese ejercicio de imperfección política que es la democracia y que como bien dijo Churchill, es el menos malo de los sistemas de gobierno; y no alguien que, en el siglo en el que los coches deberían volar, viene al mundo cargado de unos derechos dinásticos y rodeado de un ceremonial que ya no tiene más razón de ser que el de vender revistas del corazón o ser figurante en un capítulo de "Juego de Tronos". No tengo nada contra el rey Felipe, reconozco que incluso le tengo cierta simpatía, pero se la tendría igualmente si no fuera el rey. A su señora le envidio profundamente dos cosas: que jamás haya tenido que buscar una baby sitter para salir al cine (que lo hace frecuentemente)  ni pensar en qué ponemos para comer mañana. 

    Estos eran mis pensamientos cuando ayer por la tarde me voy con marido e hijo a ver "Green Book", que es una excelente película que les recomiendo. Vamos a una sesión temprana que nos evita la población de tardoadolescentes y no tan jóvenes que no pueden pasar dos horas sin consultar el móvil o empapuzarse de patatas fritas. Nos dirigimos raudos a la fila que nos gusta y vemos que está ocupada por unos carteles que ponen "reservado VIP" (toda una fila de 18 asientos) y custodiada a ambos extremos por dos acomodadores que no nos dejan pasar. Vale, nos ponemos una fila más adelante y cuando las luces se está apagando, aparece el otro Rey Felipe que no es el Borbón con dos de sus hijos, un amiguito y un par de (supongo) guardaespaldas. Francamente, si el rey quiere ir al cine como un ciudadano normal, cosa que le honra, que sea un ciudadano normal hasta sus últimas consecuencias y vaya pronto a coger sitio como hacemos los demás y se trague media hora de anuncios. Todo ésto, curiosamente, cuando llevo todo el día pensando en cómo escribir una entrada sobre monarquía o república...Alguien lee en mis pensamientos y ha puesto un rey en mi camino a la butaca del cine, que en mi caso es un lugar sacrosanto. Así que ya no me queda ni medio ápice de duda: del cine a la república, sin más.

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