domingo, 10 de febrero de 2019

Yo no tengo patria

    La única cosa buena de la edad es que añade capas y capas a esa coraza que los humanos, sensibles que somos todos, nos tenemos que construir. Aquí servidora, que es un ser humano sensible como el que más, comienza a importarle un pito que  digan de mi, e incluso que me maldigan; por eso me lancé a escribir un blog pasados los 45 tacos, que debe de ser ese punto sin retorno a partir del cual uno ya sabe lo que quiere, lo que no quiere, lo que importa y lo que no. Toda esta introducción para justificar el titulo de la entrada de hoy, que ya sé que me atraerá unas cuantas iras (si ya el cava extremeño lo hizo ni quiero imaginar la que se puede liar con este temita) y me hará perder unos cuantos lectores, sobre todo allende los Pirineos.

    Cuando ustedes lean estas líneas, disfrutando del café mañanero, por ejemplo, en Madrid se estará armando la marimorena en forma de manifestación patriótica, que aunque reclama que se convoquen elecciones (justa reclamación y libres los ciudadanos de pedirlo en un país democrático) lo hace bajo el lema de "por una España unida"... Que me recuerda tiempos pretéritos y, lo siento, no mejores. Que va a ir mucha gente lo doy por descontado, entre otras cosas porque el viaje es gratis, y los seres humanos normalmente constituídos nos apuntamos a lo que es gratis antes de pararnos a pensar de qué va la cosa. Que luego la policía dirá que iban 20.000 y los organizadores dirán que el doble, también lo asumo.  Que los organizadores son extraños compañeros de baile, también me consta. Y que todos van a cantar "Que viva España" en algún momento del recorrido, me apuesto la mano derecha y seguro que no la pierdo.  Esta película ya la he visto, fotograma por fotograma.

     Lo  que me deja perpleja, y hasta con un cierto sabor más agrio que dulce en la boca es la sensación de que todo ésto es un calentón con trasfondo de banderas, un sacar a la calle a la gente a gritar por no sentarse en el Parlamento a hablar; una escenografía de cánticos y golpes de pecho patrióticos que, lo siento, yo no comparto. Y ahora prepárense mis enemigos, odiadores (traducción libre de los "haters" de las redes sociales) y discrepantes en general: yo no tengo patria. Y no la tengo, porque para empezar, desde hace treinta años soy una expatriada. Me niego a llamarme emigrante porque mi situación es un lujo comparada con la de esos miles de emigrantes verdaderos y me la he buscado yo solita, sin ningún achuchón económico que me empuje a ello.

   Y como soy una expatriada, pues a poco análisis filológico que se haga de la palabra, queda justificado que no tengo patria. Tengo un pasaporte español, que me permite andar por el mundo, y he nacido en España, un país que me gusta, bonito, variado y al que vuelvo todo lo que puedo para visitar a mi gente y gastarme en él todo lo que gano fuera de él (que es una manera de patriotismo, yo diría, como pagar los impuestos que también pago) y al que respeto como respeto a casi todos los países de la tierra siempre que no sean dictaduras. He nacido en España, sí, pero eso no me hace sentir un amor infinito, visceral y arrebatado hacia España y los españoles. Y la patria tiene un componente afectivo y sentimental, así que la expatriada que soy tiene una patria formada por sus seres queridos, familia y amigos, afortunadamente muchos éstos últimos. En mi casa se hablan dos idiomas día y noche y en el cajón de los pasaportes acumulamos a veces hasta ocho, y no es broma. Mi familia es española (la de España y no toda) y no lo es la de aquí; a bote pronto, tengo amigos muy queridos de al menos doce países diferentes y sí, todos ellos son mi patria, por los que estaría dispuesta a muchas cosas que por un trozo de tela no estoy.

    Y ahora sí, pistoletazo de salida, pueden ustedes empezar a criticarme y a llamarme de todo. Yo no tengo patria, ni pienso salir a gritar por las calles en nombre de ninguna.Si hay elecciones, votaré, que esa sí que es una forma de patriotismo. Feliz domingo, también a los manifestantes.

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