sábado, 3 de diciembre de 2011

Dios salve (sólo) al Rey

    A pesar de ser republicana no puedo evitar estos días sentir cierta compasión e incluso pena por nuestro Juan Carlos I, ese hombre al que meten en un quirófano cada tres meses y que, a la edad en la que se disfruta de los nietos y se pasa uno las tardes echando la partida con los colegas, le toca lidiar con la prensa y con la opinión pública mosqueada,  y todo provocado en buena parte por los miembros de su propia familia. 

   Yo debo corresponder al estereotipo de esos españoles que los sondeos de opinión llaman "juancarlistas" pues en pleno siglo XXI no le encuentro a la monarquía más mérito que el decorativo, si es que decorar puede considerarse un mérito. Ahora bien,  le reconozco a este hombre ciertas cualidades que nos han sido útiles en un periodo crucial de la historia de nuestro país, pero que llegado el momento en  que nos falte, su trabajo bien puede desempeñarlo  un presidente de república.    Para comprender al personaje y su contexto, recomiendo vivamente la lectura de dos libros de Paul Preston: "Franco" y "Juan Carlos. El rey de un pueblo". Son aparte de magníficos libros de historia, grandes retratos de la sociedad española de la primera mitad del siglo XX. 

   Juan Carlos llegó a una España que no conocía porque ni siquiera había nacido en ella y durante su infancia fue una marioneta de cuyos hilos tiraban por turno el dictador y su propio padre. Por cierto, ojalá Paul Preston se animara a escribir una biografía definitiva sobre Don Juan, donde nos aclare lo que muchos intuimos: que no era el garante de la democracia en España sino un señor al que le gustaba mandar (y mucho) y que le daba rabia que no le dejaran hacerlo en un país donde él consideraba que por derecho histórico le correspondía dar las órdenes. Y menos aún le gustaba que se lo impidiera un señor bajito, anodino, plebeyo y gallego. 

    El niño se hizo grande, y con escasos 37 años, mujer y tres niños pequeños, se puso al frente de un barco bastante a la deriva donde la tripulación hacía chistes sobre su cortedad mental y le llamaba Juan Carlos I el Breve. A una edad en la que los políticos de hoy día apenas son capaces de mandar un twitter o hilar cuatro frases seguidas en una entrevista, él hizo algunas cosillas dignas de interés como legalizar el Partido Comunista en un país donde los muertos de una Guerra Civil aún estaban calientes bajo sus tumbas o terraplenes, poner firme a un ejército acostumbradoa gritar y ordenar sin que les rechistaran, y sacar adelante un ordenamiento jurídico llamado Constitución (que no teníamos) que desde el día en que entró en vigor le convirtió en un mero figurante de la vida pública. Reconozcamosle al ciudadano Borbón las virtudes de la humildad, de mirar por el bien público y de ser moderno y además , parecerlo. 

    Los hijos ya sabemos todos que vienen a este mundo con la finalidad de tenernos en vilo el resto de nuestros días, los de Juan Carlos no son una excepción. Digamos que se han casado "regulín" y que los políticos le dan también algún que otro dolor de cabeza. Uno olía a naftalina y llevaba bolso de Loewe, ella le ha salido respondona y el que parecía el yerno perfecto resulta que, a pesar de que respetemos la presunción de inocencia, tiene trazas de ser un pesetero y un mercachifle. Será que la paga que le da el suegro, o mejor, que le damos todos los españoles le parece  poco. 

   Majestad, yo creo que dada su respetable edad y necesidad de vivir en paz los años que le queden (quiera el destino que sean muchos visto el panorama sucesorio)  debería dar un puñetazo sobre la mesa a la par de una buena colleja al yerno olímpico, al que además yo  castigaría a escribir quinientas veces con letra gótica "la avaricia rompe el saco". Les recordaría a los tres retoños que el día de mañana los Juancarlistas que somos muchos pediremos que se larguen, o que si se quedan, que se ganen la vida como todos. Y que si siguen haciendo de las suyas, los que firmaremos la petición seremos más de los que ellos se esperan. Y ya que les pagamos un sueldo de figurantes, pues que actúen como tales, o que aprendan de sus primos ingleses, que lo de limitarse a pasear lo hacen de miedo; porque los figurantes se pasean, cortan cintas y saludan, no montan chiringuitos para ganar pasta. 

   Y mientras tanto, que Dios le de larga vida sólo al Rey. Feliz Domingo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario