domingo, 18 de marzo de 2012

Dictaduras de alta costura.

    Llevamos una semanita en la que no vemos más que cadáveres infantiles en las noticias; horrible ha sido  el accidente de los niños belgas, que se ha llevado por delante a 22 de ellos, y no menos horrible el principio de la semana, con el descubrimiento de otra cincuentena de muertos inocentes, buena parte de ellos niños ,también en la ciudad mártir de Homs, en Siria. Dos noticias tristes con un resultado tremendo pero con un origen muy distinto: la primera ha sido un desgraciado accidente, la segunda, la obra de unos desgraciados asesinos en un país desgraciado donde las desgracias no van a dejar de acontecer por el momento. 

     La primavera árabe quiere llegar y no llega a Siria, allí el gerifalte de turno se agarra al poder como sabe y como puede, y como han hecho todos los demás al principio, promete reformas políticas y hasta promulga nuevas constituciones sin que la población, pobre pero no tonta, se lo trague. En occidente hacen lo posible para quitárselo de encima como ya hicieron con los anteriores, pero éste se resiste como gato panza arriba y  se levanta cada mañana mirando a La Meca (puede ser) y a Moscú (porque debe). De la geopolítica del asunto dejaré que hablen otros mucho más entendidos que yo, de la trastienda de estas primaveras árabes sí me atrevo a hablar porque lo que cuento a continuación es sólo fruto de la observación que, como cualidad, está al alcance de todo hijo de vecino.

    Se han fijado ustedes en lo poco que tardaron en caer algunos de estos dictadores comparados con lo correosos que se pusieron otros? El tunecino Ben Alí, feo y cateto donde los hubiera salió por piernas en pocas semanas y con él su señora, igualmente mandona, fea y cateta. En Egipto cayó el mandamás con un poco más de fatigas, y cayó él mismo, fatigado, viejo y enfermo como estaba; de su señora no hay noticias. Como tampoco las hay de la señora del dictador Yemenita, otro que duró lo que un castillo de naipes. Gadafi pagó con su vida y fue un tanto duro de pelar. A quien no debió haber pagado debidamente fue a su cirujano plástico, que le dejó un careto de risa cuando era un hombre bastante atractivo en su juventud; y con ese careto y esos disfraces se paseaba por todas las capitales europeas, plantando su tienda de campaña y su ejército de explosivas amazonas allá donde fuera y vendiéndonos  su gas a cambio de que hiciéramos la vista gorda.

    No pasaron de la revuelta en Jordania, donde por ahora parece que están tranquilos, en un país gobernado por un rey bajito que tiene la habilidad de caer bien y estar casado con una señora que presume de universitaria, moderna, occidentalizada y con inquietudes sociales y reivindicativas del papel de la mujer árabe (con resultados bastante escasos hasta el momento) pero, ay! parece que la reina jordana es una "fashion victim", que gasta un potosí en cada viaje a París o Milan, y que eso, en un país de gente misérrima, no parece que se compense con las inquietudes pseudo-solidarias de Su Majestad. En Marruecos ni siquiera se han revuelto aún, porque el gobernante está demostrando el mismo talento que su difunto padre en hacerse amigos en occidente y de paso, se ha casado con una mujer pelirroja que parece europea, se viste como una europea, gasta título universitario y discrección, hasta ahora. Se diría que el casarse con una belleza de corte occidental te pone a recaudo de las iras revolucionarias del pueblo... ya  se que la conclusión es bastante simple, pero la coincidencia es curiosa.

    Hasta que llegamos a Siria, donde el tirano es médico oftalmólogo educado en una universidad británica, tiene la percha de un duque alemán y una mujer alta, delgada, distinguida, discreta, licenciada en literatura por una universidad francesa y protagonista de muchas páginas de revistas de moda y actualidad por simbolizar eso que érroneamente llaman "la nueva mujer árabe". Para ironía, resulta que la señora del dictador sirio ha nacido en Londres, pero su familia es originaria de Homs, donde mujeres y niños perecen como chinches ante las bombas que les manda el ejército de su cónyuge y de donde sacan a los periodistas en camilla o en ataud por haber ido a informar de lo que está pasando. La  que era paradigma de la nueva mujer árabe, licenciada en literatura francesa, no parece haber leído mucho  a Rousseau durante la carrera y se ha convertido en una mujer árabe tradicional que asiente y calla ante las atrocidades que comete su marido por no querer abandonar un trono que, a priori ni siquiera le estaba destinado (por eso estudió medicina) pero que ha acabado teniendo que ocupar y gestionar tan sanguinariamente como sus predecesores. Ser dictador ya es fruto de muchas pájaras mentales, pero  pertenecer a una familia de dictadores y tener que serlo por imposición familiar te debe procurar un abono al sillón del psicoterapeuta de por vida.

    Salir en el "Hola" y en el "Paris Match" les ha dado a los Assad unos años de demora para caer en desgracia; en las dictaduras, como en todo, hay clases, y más vale ser alto, educado,  bien plantado y sobre todo bien vestido, para mantenerse en el poder con el consentimiento occidental. Me gustaría saber cuánto tiempo habrían durado éstos si fueran tan feos y horteras como lo eran los mandamases tunecinos. Hasta para ser un asesino hay que tener clase, es triste pero así es. Disfruten de lo que queda del domingo y esperemos que el lunes no nos traiga más cadáveres infantiles. 

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