martes, 27 de marzo de 2012

Pruebas no superadas

    En la última entrada, tras un par de semanas muy negras, prometí volver por los caminos de la sátira, para lo cual, visto lo que veo a mi alrededor, he de hacer un supremo esfuerzo. Así que no esperen comentarios sobre las elecciones andaluzas ni sobre lo que se juega Obama en el caso de que los jueces del Supremo le digan que de reforma sanitaria, nada. Ni tampoco hablaré de los insultos que Mourinho lanza a las gradas de media España, ni sobre la indecencia de que exista un deporte llamado Fórmula 1 (y que lo llamen deporte) donde un espejo retrovisor roto cuesta 5000 euretes de nada. 

    Pasaré por alto el que en un colegio asturiano que está que se cae a pedazos y donde no hay presupuesto municipal para arreglos, los alumnos vayan a clase con casco de obreros y que el niño espabilado y simpático que sale haciendo las declaraciones al Telediario se llame Bruce Sting González (criaturita!). Ni siquiera me voy a meter con el cambio de hora que me tiene desde hace dos días noqueada de sueño ni con la subida del precio de los huevos. Como no voy a hablar de todo ésto que es para llorar, me tengo que buscar un tema para reir, y a día de hoy no tengo nada más a mano que reírme de mí misma, que además es un ejercicio muy sano.

    Resulta que yo soy analfabeta funcional, y ya puedo estar contenta de tener un diagnóstico, porque en mi infancia y (primera) juventud todos a mi alrededor se limitaron a llamarme torpe, que tiene menos lustre como adjetivo. Se va acercando la fecha en la que cumpliré un año más y veo que de ese mal no mejoro, y que todas esas operaciones simples que soy incapaz de hacer desde siempre se me siguen resistiendo. 

    El ejemplo más gráfico es montar un mueble del IKEA, labor  para la cual  manifiesto mi total incapacidad, con instrucciones o sin ellas. Las nuevas tecnologías me traen por la calle de la amargura y aunque me peleo contra ellas y contra el sistema operativo que sea por no quedarme atrás, hay cosas que me superan, como hacer convenientemente un copy-paste y que el texto no se vaya de paseo por el hiperespacio para no volver jamás. Y lo mismo vale para cualquier electrodoméstico o pequeño aparatejo: no tengo GPS por no tener que aprender a usarlo, y eso que me paso los fines de semana perdida por las periferias buscando el Decathlon o cualquiera de esos sitios de bolas para cumpleaños a los que invitan a mis hijos. 

    Queda el capítulo doméstico, donde tengo varias pruebas de fuerza no superadas aún, como cogerle el bajo a unos pantalones, poner una lavadora de calcetines y conseguir casarlos todos sin que sobre ni falte ninguno, o planchar correctamente una funda nórdica para edredón ...prueben, prueben.  Ni que decir tiene que admiro a esa gente capaz de tapizarse ellos mismos una butaca o cambiar la rueda de un coche cuando en la vida cotidiana son profesores de latín, por ejemplo. Lo de que nunca es tarde es un refrán mentiroso, que también los hay;  yo ya he llegado más que tarde para mejorar mi torpeza.

    Menos mal que la madre naturaleza no se cebó excesivamente conmigo y me dejó alguna cosilla para manejarme en la vida, como cierto espabilo, buen oído para los idiomas y las neuronas justas para hacer una carrera, un doctorado y una oposición en una época de la historia en la que estudiar aún servía para encontrar un trabajo. Sólo en esa parte de mi vida me gritaría el presentador del programa "prueba superada"!  Me pregunto qué les podremos gritar a nuestros herederos el día de mañana como ésto no mejore...uy! ya vuelvo a la canción protesta, mejor lo dejo aquí. Buenas noches.

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