lunes, 7 de mayo de 2012

A bailar!

    Por razones que ustedes supondrán (infantiles) me he pasado buena parte del fin de semana entre las bambalinas de un teatro peinando moños, maquillando rostros de niños, quitando y poniendo mallas y haciendo fotos, y créanme que la experiencia ha sido fascinante, sobre todo para una como yo: negada para la peluquería y el maquillaje y sobre todo, negada para el baile. 

   No he visto aún "Cisne negro", pero como mi eterna referencia es el cine, me doy cuenta que sin gustarme el baile, guardo miles de maravillosos recuerdos que tienen que ver con la danza. Empezando por los cientos de comedias musicales que vi en las tardes de sábado de mi infancia, cuando pensaba que Ginger y Fred eran matrimonio:


    

    Para seguir, ya en mis años maduros con el descubrimiento de Liza Minnelli y "Cabaret". Cojan el número musical que quieran, porque  todos son especiales, aunque mi favorito es éste:



   Vaya piernas las de Liza...que ahora está la pobre en una silla de ruedas...Y para descubrimiento el de Maurice Béjart, y su número del Bolero de Ravel, filmado y pasado mil veces por los teatros y televisiones:


    Incluso hubo un momento de mi vida en el que llegué a pensar que bailar era fácil...ingenua de mí! si hay un don que no tengo, no he tenido y jamás tendré es el del baile; si no he bailado casi ni el día de mi boda! Y una vez más es el cine, en la persona de Nani Moretti, cuando cuenta en "Caro Diario" su frustración de no ser un buen bailarín, quién mejor recoge mis sentimientos:



    Por eso la fascinación que este fin de semana he sentido ante esos chicos y chicas que desde los cuatro hasta los veinte años se preparan, se maquillan, hacen cien pasos de ensayo por los corredores, se doblan como alcayatas, se machacan los pies y se comen las uñas antes de entrar en escena, por donde pasan no más de cinco minutos para recibir el aplauso de amigos y parientes. Y entre número y número, aguantan  las horas muertas en silencio entre cortinajes y tramoyas esperando que llegue su turno de nuevo: no está nada mal como ejercicio de disciplina para esta infancia que después se convertirá en adolescencia petarda si no le aplicamos el remedio a tiempo. 

   Y si pusiéramos a hacer un poco de ballet a todos esos que los fines de semana rompen papeleras en los parques, pisotean las flores, arrastran sus barrigas cerveceras del ordenador a la Play Station y viceversa,  e inundan de latas y botellas las aceras? Mal no les vendría, no...

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