lunes, 21 de mayo de 2012

Hay que desenchufarse...

    Como suena. Y no como dicen los cursis y redichos que se van de vacaciones para "desconectar" y se pasan el día conectados al iPad, iPhone, iloquesea,  mandando mensajes desde todos los bares y parajes que frecuentan y haciéndole fotos a todo el que pasa; no hay que desconectar, hay que desenchufar, que es lo que he hecho yo la semana pasada, y de lo cual ahora estoy pagando las consecuencias. Me explico. 

   De vez en cuando servidora se va de vacaciones, y aprovecha cualquier oportunidad para, como los buenos emigrantes, volver a su casa del pueblo. En mi caso con una pequeña variante: no es una casa, no está en un pueblo, y no es mía sino del banco al cual se la voy pagando religiosamente cada mes; pero de ilusión también se vive. Y en mi casa del pueblo no hay Wifi, y yo no tengo iPad, y como me da pereza encerrarme en  un locutorio, cada vez que voy para allá estoy varios días perdida del mundanal ruido y no saben lo bien que me sienta! Tal es así que he decidido seguir con esta política por mucho tiempo, porque he descubierto los beneficios terapéuticos de pasarme varios días sin ver mi correo (sobre todo el del trabajo) sin mirar mi Facebook y, al límite sin escribir en mi blog, que se supone que me gusta mucho. Lo asombroso y lo mágico de hacer huelga de estar "on line" es que no pasa  absolutamente nada! Y de paso nos damos cuenta que, en el fondo, somos menos que una gota en el océano y que nuestros seres queridos virtuales prescinden de nosotros tan ricamente y siempren encuentran a otro a quién contarle sus miserias. Luego uno vuelve al redil y se pone al día en cinco minutos. 

    Mientras tanto, yo en mi casa del pueblo que no es tal, manchándome de nuevo las manos con el periódico de papel (que le compro a mi amiga la quiosquera para que no cierre el puesto) paseando por las calles empedradas de ese pueblo que no es pueblo sino ciudad monumental y que en primavera está preciosa; tomando cañas en todos los bares posibles y a todas las horas imaginables para que no quiebren los bares, y comprando en droguerías y ferreterías cuantas chorradas veo para que no acaben por cerrar las susodichas como ya ocurrió con la mayoría del pequeño comercio del centro cuando llegó hace unos años el Corte Inglés arrasando. Ya se que no voy a levantar yo sóla el PIB de mi pueblo que no es pueblo, pero nada se pierde por intentarlo. 

   Y mira que cuesta desenchufarse porque, a pesar de todo, me he enterado de las subidas de la dichosa prima y de los sinsabores que con ella pasa el gobierno, que cada viernes le mete un tajo al bolsillo de los pobres ciudadanos para darse cuenta el lunes que no ha servido para nada; de la muerte del patriarca Urdangarín y de la cara de pena de su hijo (a perro flaco todo son pulgas) y del lío de Bankia del que no se si me he enterado bien o si me parece tan fuerte que mejor hago como que no me he enterado. Y todo eso sin un maldito cacharro conectado a Internet entre mis manos...

    Los sinsabores comienzan a la vuelta cuando, por haberse desenchufado, a una la castigan los apóstoles de Bill Gates y se encuentra el correo del trabajo rebosante de avisos, el correo personal preguntando a todas horas que dónde me he metido, el buzón de voz del móvil con avisos variopintos que se traducirán esta semana en recados y quehaceres varios y mi cuenta de Facebook  con comentarios entre sutiles y no tanto de "si ésto del blog sigue o qué" y delicias de este tipo. Lo malo de irse de vacaciones es volver y lo malo de desenchufarse es que hay que enchufarse de nuevo, a la fuerza ahorcan. 

    Pue sí señores, ésto del blog sigue, pero como yo soy pariente lejana de Pedro Picapiedra y en las vacaciones no me da la gana conectarme, pues eso, aguantarse tocan y de paso, no probarían algunos de ustedes a desenchufarse un poquito de vez en cuando? Miren que es mano de santo...

    

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