martes, 12 de junio de 2012

Las servidumbres del verano

    En poco más de una semana, llegará el verano oficial. Por lo que veo hasta ahora y los pronósticos que me enseña la aplicación metereológica de mi flamante iPad, los que vivimos por esta latitud nórdica y grisácea nos tendremos que conformar con el anuncio porque, por estos lares el verano vino el 22  de mayo y se marchó el 30, quién sabe si para no volver. Y este año tampoco nos visitó la primavera, así que vamos bien...el que quiera buen tiempo que se vaya a un país intervenido y con la prima de riesgo elevada; la estabilidad finaciera parece que prefiere vivir bajo la lluvia.

   Así que los que queremos verano tendremos que hacer lo posible por salir corriendo de aquí en cuanto nos dejen para recuperar todo aquello que nos motiva en esta estación del año: el ruido del ventilador, el gazpacho a todas horas, el pie desparramado en el interior de una alpargata, la horchata por litros y el brazo moviendo el abanico; para que luego digan que somos escogidos! Les ruego me busquen vicios más baratos que éstos...

    No les oculto que el verano es mi estación favorita, y si de mí dependiera, la única. Y eso que no es todo sol, playa y refrescos, pues reconozco que la cosa estival tiene también sus servidumbres y fastidios, que nos evitamos en el invierno por aquello de llevar una capa que todo lo tapa. Y ya se imaginarán a qué me refiero: pelos en las piernas, lorzas y michelines en la cintura, pantorrillas infladas y varices, tinte del pelo que dura dos días y juanetes contumaces salen a la luz con la misma alegría con la que salen los cuerpos que los llevan encima; y si a una aún le queda un poco de ganas de ser joven, o por lo menos parecerlo,  hay que reconocer que ocultar tanto desastre es un trabajo a tiempo completo. De lo que me alegro es que ese trabajo en los últimos tiempos es tan masculino como femenino, la igualdad de género también ha pasado por los gabinetes de peluquería y estética, y a ellos les cuesta ocultar las miserias tanto como a nosotras, ya era hora!

   En las últimas semanas, una leve lesión de espalda (y las ganas de perder la lorza invernal ) me han llevado varias veces a nadar a la piscina,  donde además de arruinarme el tinte me he dado cuenta que los hombres que ya no tiene pelos por ningún lado ganan a la especie hasta ahora conocida del gran público que era el "homo velludo" en mayor o menor cuantía. La idea de ver a la otra mitad del género humano sufriendo con láseres, ceras depilatorias y demás torturas medievales, para qué negarlo, me hace sentirme malvadamente feliz. Me pregunto si será una moda pasajera o si la cosa perdurará en el tiempo. Veremos. 

    Otra servidumbre veraniega, de la cual si sigue así el tiempo nos libraremos por estos lares, es la necesidad de careta antigas para viajar en según qué transportes públicos y frecuentar según que lugares comunes. En el verano buena parte de la raza humana olvida usar el desodorante o si lo usa, olvida cambiarse de camisa, error muy frecuente entre el gremio hostelero. Las basuras abandonadas le dan a la calle un perfume de sardina permanente  y las tuberías de los inodoros y cloacas expulsan ciertos gases que a saber por qué razón van hacia arriba en vez de limitarse a transcurrir por donde debieran, y perderse en el subsuelo. El verano es una experiencia un tanto negativa para el olfato,qué le vamos a hacer. 

    Y para quienes les afecte,  queda la plaga de mosquitos e insectos molestos y puñeteros. Yo como soy un mal bicho y debo tener la sangre amarga,  ni se me acercan, pero mi familia les tiene la guerra declarada con distintos tipos de armas de destrucción masiva. Este año hasta vamos a ensayar una aplicación del iPad (otra vez él) especialmente diseñada para ahuyentarlos. Ya les contaré de su eficacia. 

    Y mientras les cuento estas tonterías, temperatura exterior de mi casa gentilmente ofrecida por la pantalla de mi iPad (quién si no!) : 14°C y lloviendo. Es o no es para llorar?

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