sábado, 30 de junio de 2012

Objetos perdidos, olvidados y encontrados.

    Tengo una amiga que hace limpieza en sus fondos de armario y pone en Facebook fotos de cacharros varios que van saliendo y que, piensa ella, que se pueden revender, o al menos reutilizar; aunque varias personas de su entorno le aconsejamos que los done a un museo de arte moderno norteamericano (los de por acá ya no tienen dinero) para que los enseñen dentro de unos años como muestra de arte industrial. 

    Entre la cacharrería que todos almacenamos en nuestros sótanos y altillos hay objetos que muy probablemente en 10 o 20 años se acaben convirtiendo en piezas de museo, sólo hay que tener paciencia y guardarlos, como guardaron nuestros padres los teléfonos de plástico rojo con ruedecita para marcar que ahora exhibimos orgullosos en nuestros salones o, remontándonos un poco más, la Mariquita Pérez con la que jugaban nuestras madres y que nosotras despreciamos en nuestro turno de infancia a favor de la Nancy, que era más pop, y más fea, todo hay que decirlo. El problema será encontrar un lugar donde guardarlo todo, teniendo en cuenta que ya nadie tiene casa en el pueblo y que el volumen de almacenamiento   gira en torno a tres ordenadores, cuatro teléfonos y dos cámaras digitales para una familia de cuatro  cada tres años y eso, tirando por lo bajo. 

    Y si nos durmiéramos ahora en el 2012 y despertáramos en el 2112 y visitáramos un museo de arte moderno, con qué nos encontraríamos? Hagamos un poco de ciencia ficción. 

    Con un iPad, porque para entonces ya habrán sacado un modelo que va directamente insertado en el cerebro de las personas, que no se descarga, no lleva funda de colorines y además te lee el pensamiento y las intenciones. 

    Con un teléfono fijo con su auricular que se descuelga, su factura a pagar cada dos meses, sus teclas no táctiles y con un manual de uso para nuestros hijos, que a golpe de mensaje de texto han olvidado cómo se llama a una casa y se pregunta por alguien. O con  un  vídeo, o incluso un reproductor de CD conjuntamente con un carnet de socio de un videoclub. 

    Encontraremos quizás una chaqueta de Angela Merkel, con un cartelito que diga algo así como "uniforme tipo de gobernante femenina del siglo XXI, utilizado para mandar mucho y no tener que preocuparse por el vestuario". 

    Un pincho de tortilla de patata sin deconstrucción, sin añadidos de espumas y sin decoraciones a base de caviar o de pimientos morrones. Y si es posible, acompañada de unos huevos fritos con chistorra, sin ninguna mousse como guarnición. 

    Un bolígrafo con una cuartilla en blanco explicando que sirven ambos para escribir. Con las mismas, un libro cualquiera, explicando que sirve para leer. Y un cartel sobre las tres cosas que diga "sirve para pensar". 

    Una cartera con varios billetes y monedas en euros, que para entonces puede que lleven varios años fuera de la circulación. 

    Y así podríamos seguir hasta el infinito con la lista de objetos; pónganse a dar vueltas por la casa y seguro que encuentran muchos candidatos. Yo soy poseedora de todo lo que les he relatado en la lista, excepto la "chaqueta Merkel" claro está, pero ella tiene tantas que malo ha de ser que alguna no resista el paso del tiempo...

    También quizás deberíamos guardar una camiseta de la selección española (malamente rebautizada como "la roja") aunque sólo sea por los buenos ratos que nos han dado en los últimos años, independientemente de lo que pase mañana. Mario se alió hace unos días con Mariano y entre los dos no le arrancaron la chaqueta a Angela, pero al menos le aflojaron un poco la cartera; qué pena que ahora nos tengamos que pelear entre nosotros en un partido de fútbol para que uno gane, cuando actuando juntos los resultados son tan buenos. Que gane el mejor, que haya suerte para todos, pocas trampas, goles muchos y mucha alegría en las casas, sea cual sea el final. Yo, como siempre, sigo siendo admiradora del Marqués del Bosque, el noble más grande de España! A por ellos...

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