domingo, 9 de febrero de 2014

Cortos de palabras

    Hace unos días ha llegado a mis manos un estudio publicado en Francia,  sobre el uso del lenguaje entre los escolares de quince a dieciocho años. A los franceses no les importa gran cosa con quién se acuesta el presidente; pero si hay algo sobre lo que no bromean es sobre su idioma y su ortografía; cosa que nos diferencia profundamente de ellos, pues en España somos más tolerantes ante un "haber" sin "h" que ante la posibilidad de que Rajoy sea pillado echando una cana al aire con Paz Vega, o con Ane Igartiburu, y ya ven que les doy dos ejemplos para que ustedes se queden con el que prefieran. 

   Según el estudio de marras, los escolares franceses que presentan un uso del lenguaje más fluido, escriben con menos faltas de ortografía y tienen un vocabulario más amplio son aquellos que leen, aunque no sea más que media hora al día. Me dirán ustedes que es de cajón, pero lo innovador es que el estudio establece una graduación de mejor a peor, mostrando con cifras como a medida que aumenta el consumo de horas de ordenador, de teléfono móvil y de televisión, disminuye el conocimiento de vocabulario. La conclusión de los investigadores es que, por primera vez, la pertenencia a una determinada clase social o el nivel de estudios de los padres, es un factor menos decisivo a la hora de expresarse bien que el hecho de pasarse el día pegados a las pantallas. Y que la diferencia cuantitativa en cuanto al número de vocablos conocidos entre los lectores, y los consumidores de telerrealidad (los peores de todos) es de seis a uno. Se dan ustedes cuenta? el niño que lee, aunque sean cuatro páginas diarias, tiene un vocabulario seis veces más amplio que el que se pasa la tarde enchufado a la MTV o siguiendo las peripecias de "Quién quiere casarse con mi hijo"...A mí me parece un drama.

    Ahora que tanto nos preocupan los recortes en la educación y que nos solivianta que nuestros hijos no hablen inglés como los ingleses, no parece que le prestemos tanta atención a una cosa tan elemental como defenderse en la propia lengua, que al fin y al cabo es con la que tendrán que andar por el mundo. Y mira que es fácil arreglarlo, porque si hacemos caso del estudio de los franceses, basta con apagar televisiones, ordenadores, tabletas y móviles y obligar a nuestra prole a leer al menos veinte minutos al día, algo bastante más barato que cualquier aparato electrónico e incluso que cualquier abono o tarifa plana de lo que sea.

    También es verdad que si no hacemos nada, esos que hablan con monosílabos, conjugan mal los verbos y escriben cosas como "ke psa tio, ke no te vto oy" serán dentro de veinte o treinta años los que gobiernen, y para entonces les parecerá que la ignorancia reinante es lo normal, y quedaremos sólo unos cuantos vejestorios que usaremos palabras como "quicio" (de la puerta), "balde", "otrora" o "filípica", y les he escogido estos ejemplos porque los empleo yo. Es más, lo del quicio de la puerta lo usé hace unos días en mi trabajo y un colega más joven me pregunto que qué era aquello. Yo, por hacerme la graciosa le dije que buscara en su teléfono inteligente (para eso es inteligente, no?) una canción que empieza con "apoyá en el quicio de la mancebía" y que así lo entendería. Mi colega me miró con cara de pena...Aquí les dejo la canción, que por lo visto al jovenzuelo le sonaba tan extraña como el himno nacional de Mozambique, aunque a mí me parezca un clásico.


     Pero en lo que llega el terrible momento en el que todos hablaremos mal y escribiremos peor y encima nos parecerá lo normal, pasaremos por una fase de transición en la que los adolescentes actuales (mis hijos, por ejemplo) tendrán que andar por la vida buscándose las lentejas sin saber usar su idioma y sin aprovecharse de sus habilidades lingüísticas para mejorar sus expectativas profesionales. Y como además los españoles somos duros de oreja, el inglés que consigamos meterles dándoles "conocimiento del medio" en inglés de Albacete tampoco será suficiente. Digo yo que si no quieren leer el Quijote o la Regenta no hay que obligarles, pero cualquier otra cosa, ya sea novela erótica o policiaca violenta puede que sirva mejor que los dichosos mensajes de texto. Porque desde luego, obligarles a que se empapen de los clásicos y que busquen en el diccionario las palabras que no entienden es una batalla tan perdida como pretender que lleguen vírgenes al matrimonio.

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