miércoles, 26 de febrero de 2014

Vida de provincias

    Uno va y se compra un pisito en la ciudad donde nació, y donde afortunadamente, aún guarda no sólo recuerdos, olores y sabores, sino una buena panda de amigos, y unos cuantos parientes, en mayor o menor grado de cercanía. Eso lo hacían antes los emigrantes y lo llamaban comprarse una casa en el pueblo, y era el mayor grado de reconocimiento social al que se podía aspirar, junto con volver cada verano al volante de su propio Mercedes. Los tiempos han cambiado y la emigración tiene muchas y variopintas facetas (de las cuales yo, afortunadamente sólo he probado las mejores) . En mi caso, esa casa  no es tal casa, sino un modesto piso en una comunidad de vecinos, y no está en un pueblo, sino en una capital de provincia, de las medianas, aquellas que los madrileños visitan los fines de semana,
alabando sus piedras, sus calles peatonales y lo bien que se come por dos duros, para volverse el domingo por la tarde a su capital a tomarse sus relaxing cups de lo que toque.

    Cuando compré mi casa del pueblo, o mejor, cuando la compró el banco y empezó a vendérmela a trocitos, muchos me intentaron disuadir de la operación con argumentos pueriles como el hecho de que en las provincias nunca pasa nada y que me acabaría aburriendo, yo, que para aburrirme tengo que proponérmelo e incluso seguir un cursillo! Y se equivocaban  de medio a medio porque en las provincias pasan más cosas de las que esta humilde plumilla puede dar abasto a comentar. Y no me meto a contarles todo lo que la prensa local incluye en la página de sucesos, porque hay crímenes para todos los gustos y dignos de ser argumento de una serie de televisión: vecino mata a vecino de un hachazo; hermana se pelea con hermana a mordiscos; anciano cultiva marihuana y muere entre sus plantas, comunidad de propietarios secuestra al administrador porque sospecha que les está robando, y así sucesivamente.

    Lo que sí les cuento que hace dos días varias familias gitanas han invadido los juzgados de mi ciudad para reclamar que les devuelvan el dinero cobrado en exceso por mor  del tasazo de Gallardón; como siempre, los gitanos son los más informados de sus derechos, aunque sólo sea por todo lo que se los han pisoteado, y se ve que los gitanos de provincias, aún más y mejor informados.

    Y les cuento también que el día que llegué, en una plaza cercana a mi casa, la policía se pasó la tarde poniendo paz (y repartiendo algún palo de paso)  entre dos grupos de manifestantes unos radicales de derecha gritando improperios contra ETA y el aborto y otros, radicales de izquierda,
 gritando improperios contra la lentitud de la liberación de los presos de ETA y contra la nueva ley del aborto; y por supuesto, unos gritando contra los otros y dándose bien de leña  entre ellos. Cerré los ojos y pensé que en la España de los años treinta el griterío debía ser como aquel...qué miedo.

    Y ayer fui al cine con mi hijo a ver una película de George Clooney, "The monuments men" que sin ser una joya cinematográfica, me entretuvo durante dos horas y le enseño a mi heredero muchas de las atrocidades cometidas por los Nazis contra el patrimonio artístico de Europa. En París esta película se estrena el 12 de marzo, en mi ciudad de provincias ya la hemos visto. Para que luego digan que es aburrida...o que nunca pasa nada...Envidia cochina! 

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