jueves, 13 de febrero de 2014

Un día para quererse

   Mañana es San Valentín. Espero coincidir con la mayoría, y a ser posible con la totalidad de mis lectores en que es una cursilada de día, aunque el pobre San Valentín no tenga culpa de ello, ni de la marea de corazones rojos que invaden nuestros escaparates, semáforos, paneles anunciadores y demás ventanas al mundo. Y supongo que dedicarle al evento una entrada de mi blog y con ello, unas cuantas neuronas, de las que ya cada vez  me van quedando menos, es un lujo que no debería permitirme. Pero  me doy cuenta que no estaría nada mal dedicarle un día del calendario al amor con todas sus letras, ya que se los dedicamos a las enfermedades raras, a la protección de los fondos marinos y a la lucha contra el tabaquismo, entre otras muchas maldades que cometemos los humanos. Lo malo es que dedicarle un día al amor implica profusión de corazones, regalos horteras  y cursilerías, que deberían estar prohibidas por real decreto. Francamente, no estaría mal dedicarle un día al año al hecho de querer y ser querido, ahora que somos todos tan propicios a no querer. Ejemplos? Se los doy. 

   Empecemos por los suizos, que son un país mal amado de todos los europeos, porque lo tenemos ahí en medio de todas nuestras carreteras y de todas nuestras montañas y fronteras. Por fin se han dado cuenta que no les queremos y han decidido que eso de la libre circulación nos lo guardemos para nosotros; porque ellos quieren nuestros ahorros y dineros importantes a evadir, pero a nosotros no, y menos si venimos de países gandules y derrochones. Como los ánimos están levantiscos, la Comisión Europea rápidamente les ha respondido que se queden ellos con todos los estudiantes Erasmus que nos mandan (que tampoco los queremos) y que ya les devolveremos también el rosario de su madre cuando lo encontremos. 

    Cataluña no quiere ser España, a pesar de que España y buena parte de sus españoles se empeñan en que tienen que querernos (a veces me pregunto por qué) y mientras deciden de qué manera rara van a ponerle fin al matrimonio forzoso, o mientras deciden si no sería mejor dejar al matrimonio forzoso como está, tienen mareadita a la población, cuyo sector inteligente entona aquello de "ni contigo ni sin tí tienen mis males remedio"...Que conste que algunos matrimonios forzosos hasta dan buen resultado con los años. 

    La Infanta Cristina se defiende ante la justicia invocando la confianza y el amor a su marido, a pesar de que en su fondo sospechara que un poco mangante sí que era; pero tanto querer le ha granjeado el desamor de la población (que probablemente le importe poco) y el de su augusto padre, que si la quiere como todo padre quiere a su hija, tiene que aparenta en público que no. El ministro Wert no quiere a nuestros actores y directores y no va a la ceremonia de los Goyas, lo cual a toro pasado es como para darle la razón, visto el bodrio de ceremonia y vista  la mediocridad de las películas de esta añada, flojita ella. La cuestión es que cuando eres ministro de algo tienes que querer a los de ese algo, porque para eso te han puesto.

    Si sigo con la lista tengo para toda la noche, porque no quererse es lo más fácil, y quererse, en muchos casos, muy complicado.Y si hace dos años me descolgué con San Juan de la Cruz, poeta del amor donde los haya, aunque fueran los suyos unos amores un poco particulares (el amor divino...admito que no es simple, no); este año les dejo con un soneto de Quevedo, que aunque por su cara de broma, sus anteojos exagerados y haber pasado a la historia como un señor amante de las palabras retorcidas, parece que también era amante de las mujeres y para mí, el mejor poeta amoroso del Siglo de Oro:

DEFINIENDO EL AMOR

Es hielo abrasador, es fuego helado,
es herida, que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado.

Es un descuido, que nos da cuidado,
un cobarde, con nombre de valiente,
un andar solitario entre la gente,
un amar solamente ser amado.

Es una libertad encarcelada,
que dura hasta el postrero paroxismo,
enfermedad que crece si es curada.

Éste es el niño Amor, éste es tu abismo:
mirad cuál amistad tendrá con nada,
el que en todo es contrario de sí mismo.


   Leanlo un par de veces, merece la pena; y luego a quererse, primero a uno mismo, luego al prójimo y si queda algo, al resto de la humanidad. Lo de querer a  los animales ya saben que no es lo mío, pero les concedo al menos el beneficio de la duda. De lo que no hay duda es que hay que quererse todos los días del año, sin esperar a San Valentín y su ejército de cursilerías.

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