sábado, 3 de mayo de 2014

Homenaje "selfie"

    Este año me estoy volviendo un alma sensible y me da por escribir respetando el calendario comercial. Mañana es el día de la madre en España, y sería un topicazo ponerme aquí a glosar en público las cualidades de la mía, y rematar la cosa contando lo bonito que es tener hijos y hasta qué punto llenan nuestra existencia; de paso les añado esta cancioncita que sigue y con un poco de suerte, tengo que cerrar el blog por falta de lectores.



    Así que le tengo que dar un par de vueltas al discurso, y en una de esas he decidido dedicarme esta entrada a mí misma y por extensión a mis amigas que pasan los 365 días del año (y no precisamente el día de la madre) pringadas con las criaturas, muchas de ellas mayorcitas ya, y también, a muchos de mis amigos, que hacen y han hecho de madres y padres en sus familias: a veces no hay mejor madre que un padre presente. 

    Me dedico la entrada a mí misma porque el blog es mío y hago lo que quiero (para empezar) y porque nadie me va a dedicar una entrada en ningún blog del mundo bloguero (para seguir) y porque  estoy dispuesta a discutir con quien haga falta que ser madre en estos tiempos es más complicado que en cualquier tiempo pretérito Que no? pues hagamos memoria. Nuestros abuelos eran padres y madres venerables y venerados, que llegaban a casa y provocaban el silencio a su alrededor, se quedaban con el mejor trozo del postre y luchaban moderadamente contra las terribles nuevas costumbres de sus hijos (nuestros padres) que iban de subirse la falda unos centímetros por encima de la rodilla o fumar en público (las mujeres) a comprarse un jersey amarillo o una vespa (los hombres). Mientras tanto, en nuestro país se hizo la luz tras cuarenta años de tinieblas y nuestros padres, ciertamente tan ansiosos de libertad como cualquiera, nos permitieron llegar a casa a la hora del desayuno y lucharon contra ciertas costumbres libertinas y bastante saludables como la de irte a vivir con tu novio antes de casarte. La pelea se limitó a eso y a no dejarnos escuchar en el radiocasette de casa canciones de Alaska y los Pegamoides a todo volumen. Al final, todos seguíamos pensando que el cuarto mandamiento estaba ahí por algo y nuestros padres, y sobre todo nuestras madres eran el altar donde nos arrodillábamos.

    Les cuento las batallas campales que libramos las madres de hoy? Aquí tienen la lista abreviada: si bebes no conduzcas, no te hagas siete piercings y cuatro tatuajes en el cuerpo porque algún día te hartarás de ellos y entonces no tendrá la cosa remedio; no te enganches al canuto, la cocaína es una mierda, el preservativo lo venden hasta en las estaciones de metro; qué tal si nos leemos al menos un par de libros al año?  El teléfono móvil funciona bastante bien para llamar a casa y decir dónde estás, no toda la sabiduría humana está condensada en Internet, la Wikipedia es útil pero no siempre sirven sus respuestas, el profesor se merece un respeto; se puede quedar con los amigos y no sólo chatear con ellos, hay vida después de Facebook; no, Cristiano Ronaldo no fue el descubridor de América; hay que votar para tener derecho a quejarse.

    Reto a mi madre, y a cualquiera de las madres de mis amigos a que gobiernen ahora sus casas y sus proles de la misma manera que lo hicieron, en un mundo el nuestro donde el router es el electrodoméstico más importante de la casa, Facebook es el nuevo consultorio de la Señora Francis, y es más fácil conseguir droga a la puerta de un colegio que una barra de pan en la panadería. Les reto a que asuman la maternidad del siglo XXI, trabajando ocho horas diarias, perdiendo un par de ellas en los atascos de tráfico y además preparando una empanada gallega con la Thermomix para la fiesta del colegio de los niños y entrenando tres días por semana para la media maratón de su ciudad. Hablo de lo que sé: si mi madre hubiera hecho todo lo que yo (y mi marido, que es un padre responsable) hacemos, ya no estaría en este mundo.

    Y por esa razón y otras parecidas, de dedicar esta entrada, por ser el día de la madre a nuestras madres nada de nada, me la dedico a mí y a las que viven como yo, con la lengua fuera y el calendario escolar grabado a fuego en la piel e insisto, para no parecer una feminista desfasada, a todos esos padres que a fuerza de ser y estar horas y horas al lado de su hijos, son mucho mejores que muchas madres. Feliz día de la madre pues, a todas y todos los que tienen de 55 años para abajo. Los de 55 para arriba lo tuvieron más fácil.

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