lunes, 5 de octubre de 2015

Divagaciones sobre el egoísmo

    Esa cualidad tan fea que los humanos tantas veces nos reprochamos los unos a los otros, verbigracia el egoísmo, creo que merece una cierta reconsideración sobre todo entre los que ya hemos pasado al otro lado del medio siglo de vida. Yo ya no tengo tan claro que ser egoísta sea una cosa de la que haya que salir huyendo, o un atributo de seres mezquinos y horrendos; es más, veo con sorpresa a mi alrededor una cierta cantidad de seres profundamente egoístas que tienen buen carácter, están felizmente casados y son padres de familia, tienen amigos y la vida parece sonreirles...Si ser egoísta fuera una cosa tan horrible, toda esta gente debería ser profundamente desgraciada, no creen ustedes? Huelga decir que también he conocido y conozco seres de pesadilla que son profundamente egoístas y viven solos y amargados como consecuencia de ello; pero no crean, los del primer grupo son más numerosos. 

    Sí señoras y señores, parece que he descubierto América pero no, he descubierto simplemente que hay una serie de personas que viven como les da la gana sin rendir cuentas a nadie, hacen más o menos lo que les place en cualquier momento del año, van y vienen por todos lados y se divierten de lo lindo sin pararse en más consideraciones que las que les incumben a ellos y así se ahorran muchos disgustos. He descubierto que hay circulando por el planeta tierra, no sólo veinte mil tontos que se levantan cada día (como decía mi padre) sino también un número considerable de egoístas diplomados que no son uraños ni trogloditas, sino gente simpática (que no siempre amable) y socialmente aceptable. Tentada estoy de poner que algunos de ellos son mis amigos, pero retiro lo dicho porque como mis amigos me leen, no tengo ganas que a partir de mañana todos me manden un mensaje preguntándome si están o no están ellos en la lista de los egoístas de turno. Digamos entonces que tengo muchos conocidos en ese grupo.

   Cómo identificarlos? Pues son esos a los que invitas a cenar con todo el cariño del mundo y te contestan que ese día no pueden porque tienen yoga; aquellos que cuando nacieron tus hijos te prometieron que podrías contar con ellos para cuidarlos en cualquier momento de necesidad pero que, cuando llegó alguno de esos momentos de pánico, resulta que tenían compromisos ineludibles y tuviste que llamar a una niñera de pago. Son los que no llaman a nadie por sus cumpleaños porque dicen ellos que lo tienen como norma cuando la verdad es que lo han olvidado o no les importa recordarlo; los que faltan en la foto de tus momentos importantes porque ese día ya habían preparado otra actividad, pero que al mismo tiempo te piden prestado el coche cuando el suyo se avería y a los que has acompañado a operaciones varias que van desde una visita al abogado porque están a punto de divorciarse hasta elegir las baldosas del nuevo cuarto de baño. Curiosamente, cuando tú les acompañas a todas esas molestas gestiones, tus propios asuntos pasan a segundo plano, incluido el yoga. E insisto, a pesar de todo ello, no son una copia de Satanás, viven tranquilos y relajados y siempre te aconsejan que practiques deporte, comas mejor y te tomes la vida de otra manera menos tremenda. He comprobado que los egoístas tienen una gran panoplia de actividades que poco tienen que ver con el trabajo y que consideran a menudo que los demás seres, los trabajadores, compasivos y empáticos, lo que somos es una panda de tremendistas.

    Y como veo que la internacional de los egoístas crece a mi alrededor a medida que envejezco, me pregunto si no seré yo la que no ha entendido nada y debería matricularme en algún curso "on line" donde me enseñen a ser egoísta de esa manera sutil que te permite seguir conservando ciertos amigos y no ser un apestado. Les aseguro que si existiera una facultad donde ir a aprenderlo, me matricularía; es más, ahora que están tan de moda las carreras dobles, me matricularía gustosa en una que se titulara "doble grado en egoísmo" y egoísmo sin remordimientos". Porque a mi lo que me falla es el remordimiento, que debe ser culpa de la educación católica y apostólica que recibí; y si algún día me decidiera a pasar del lado egoísta recalcitrante, voy a tener que contratar un psicoanalista a tiempo completo que me enseñe a  asumir que lo que le pase a los que me rodean no me importe, ni las consecuencias que pueda tener mi falta de atención con ellos Se aprenderá eso? Y dónde? 

    Urge respuesta rápida, porque aparentemente los egoístas viven felices y yo vivo permanentemente en un tumulto emocional; claro que ellos no tienen miedo a morir solos...Y yo sí. Buenas noches.

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