martes, 25 de junio de 2013

Recordando a Calimero

    Calimero va a cumplir el próximo 14 de julio, cincuenta años. Y para los no enterados y bastante más jóvenes que una servidora,  que quizás no sepan quién es Calimero, aquí tienen un video de presentación:



 
Se acuerdan? Calimero era ese pollito negro que se pasaba la vida con un cascarón en la cabeza a modo de gorro y diciendo al final de cada episodio aquello de "esto es una injusticia, amiguitos?" Tanto se nos quedó la cantinela a los de mi generación que a los quejicas y plañideros de entonces les decíamos "no seas Calimero". No fue mal aprendizaje para darnos cuenta de una enorme verdad: que la vida es, fundamentalmente, injusta. No se si las generaciones futuras podrán evocar a Pocoyo para explicar ciertos comportamientos, porque de lo poco que he visto del personaje, me parece que no da mucho juego. No como el tontorrón de Calimero y su frasecita, a quién he podido recurrir para consolarme cuando Pepita, que copiaba como una bestia en los exámenes y no le daba un palo al agua, sacaba mejores notas que yo, o cuando Elenita ligaba a pares a la puerta del colegio, a pesar de ser culibaja y dientona; o cuando te presentabas a un puesto de trabajo y no te cogían a pesar de llevar el mejor currículum posible, o cuando dejabas el coche diez minutos en doble fila y la multa inevitablemente te caía a tí y no al que se había aparcado delante...y así hasta el hartazgo porque, señoras y señores, la vida es una sucesión de injusticias que nos van sucediendo sucesivamente, así que mejor aprender a tolerarlas.

    Ojo! Y también conviene aprender a luchar contra las muy gordas y que atentan contra nuestra dignidad como personas (ahí el pobre Calimero nunca tuvo mucho éxito) o como simples ciudadanos. Porque injusto es que se persiga de esta manera a pobre Edward Snowden, por desvelar algo que ya intuíamos (que a todos nos espían gracias a Internet); como injusto es el tratamiento que se le está dando a la Infanta Cristina: injusto para la ciudadanía, claro, con quien la Agencia Tributaria no tiene tantas contemplaciones. Injusto es que Bárcenas (ese señor con un abrigo como el de Marlon Brando en "El Padrino") siga libre y cogiendo taxis a todas horas como altamente injustos son los sufrimientos del pueblo sirio porque los países civilizados que se tiran en paracaídas a la menor oportunidad sobre cualquier república bananera, en esta ocasión no se atreven por miedo al gigante ruso. Sigo? mejor no, a estas alturas del párrafo, a Calimero ya le habría dado una lipotimia.

   Yo siempre he sido más del género rebrincado que del Calimero, y si no fuera porque soy funcionaria pública (primero) madre de familia (también) y  ya voy  adquiriendo cierto sosiego gracias a la edad y al deporte (el Yoga no me ha dado resultado) me dedicaría a desinflar por las noches las ruedas de los todoterrenos, que no sirven para nada en las ciudades más que para atropellar niños y decapitarlos; o pincharía con un lápiz ciertas frutas en los supermercados que vienen de ciertos países a los que no deberíamos comprarles ni un tomate; o le tiraría toda la basura a mis vecinos a la puerta de su casa y sin bolsa, porque desde hace años aún no se han aprendido los días que hay que sacarla y nos tienen la acera hecha un estercolero. Como ya no puedo ser gamberra reivindicativa me dedico a escribir un blog, que  descarga adrenalina y no te mete en líos con la ley.

   Y volviendo a Calimero y su sentido de  justicia, tenía el pollito otra frase que no se hizo tan famosa con los años pero que también era cierta: "nadie me quiere porque soy pequeño y negro". Pues mira Calimero, gracias a que en la historia ha habido personajes como Mandela, la frase ya no es tan cierta, pero miren ustedes qué fastidio,  también a éste, a quién creíamos inmortal, se le está apagando la vida poco a poco. Ahora sí, pueden repetir conmigo:  "esto es una injusticia, amiguitos".

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