domingo, 30 de junio de 2013

Bodas y banquetes

    A estas alturas de mi vida me maravilla seguir teniendo bodas que celebrar y que éstas no sean aún de sobrinos ni de hijos de amigos, porque con esa franja de edad aún no he empezado. Ayer sábado fue la penúltima, porque tal como veo el panorama a mi alrededor no será la última, visto que hay nuevos factores propiciadores de bodas que concurren, a saber: comienzo a asistir a las segundas bodas de varios de mis amigos y a las bodas de mis amigos homosexuales, que tanto en mi país de origen como en el que vivo, pueden casarse. Me alegro por ellos y no tanto por mí, si eso supone una nueva oleada de festejos que me espantan. Y dejo claro que los festejos me espantan en general, ya sean bodas, verbenas de barrio o fiestas de disfraces. Una es así de rara.

    Pero no busquen en estas lineas un alegato contra el matrimonio, porque soy una firme partidaria. En la vida, uno tiene que firmar contratos para casi todo, y el matrimonio es uno de ellos, éste con un gran aliciente: lo firmas con otra persona con la que además puedes compartir otras emociones ... (rellénense a gusto los puntos suspensivos) y de vez en cuando también, se comparte la crianza de otros seres humanos llamados "hijos", una experiencia alucinante y agotadora a partes iguales.  Este contrato, muchas veces lleva aparejadas una serie de responsabilidades más complicadas que pagar una mensualidad o permitir el acceso a tu contador del gas para su lectura, lo cual lo hace también más interesante. Se suele firmar pensando que va a durar toda la vida (distancia a la cual no llega ni la más surrealista de las hipotecas basura) y supone un cambio en la vida propia que no siempre es fácil de asimilar.   El matrimonio es una prueba de madurez, no apta para pusilánimes ni flojos de espíritu, y a pesar de poner todo nuestro empeño en la buena marcha del mismo, a veces sale mal, claro que sí, y es por todo lo anteriormente descrito por lo que deshacerlo resulta una experiencia altamente estresante. Y quien diga que divorciarse es fácil, miente como un bellaco.

    Soy una militante pro matrimonio desde hace casi veinte años, los mismos veinte años que no han conseguido hacer de mi una abnegada esposa, a pesar de todo. Y
si he defendido y defiendo el matrimonio para los homosexuales es precisamente porque creo en sus virtudes y beneficios, y no veo por qué razón hay que privar al prójimo, sea de la acera que sea, de ellos...aparte del detalle insignificante de que se trata de un derecho civil, vaya. 

    Como les decía, me ha venido todo este chorro de ideas a la cabeza porque ayer estuve de boda. Una vez pasados por alto los inconvenientes de los preparativos y contestadas las preguntas habituales (lloverá? me harán daño los zapatos? entraré aún en el traje que me compré para la boda anterior? ) queda el poso de bienestar que produce ver a dos personas dispuestas a pasar el resto de su vida juntos y proclamarlo a los cuatro vientos y con papeles por medio; en un mundo dominado por el embrutecimiento general, las cosas simples y hechas con el amor por bandera comienzan a ser perlas cultivadas que hay que atesorar. A mí, particularmente me ha quedado un cierto dolor en las pantorrillas (hay que ver la cantidad de horas que uno pasa de pie en las bodas) y la idea cada vez más clara de que el que decidió que las mujeres estábamos más atractivas subidas en unos tacones era un negrero esclavista  reencarnado en guardián de Auschwitz...como poco. Y me ha quedado la firme convicción de que casarse sigue siendo algo  atractivo para la mayoría del personal, digan lo que digan los descreídos y escépticos que están de vuelta de todo. Los que lo prueban, repiten y los que no lo han probado no le hacen ascos incluso a muy altas horas de la existencia. Digo yo que el miedo a la soledad algo tendrá que ver con todo ésto: hay muy pocos humanos que hayan perdido el miedo a morir solos!

    Y aunque ya se que me van a echar ustedes el rollo ese de que amor y matrimonio son dos cosas diferentes y que puede haber el uno sin el otro y que el amor está por encima, y todas esas cosas que todos repetimos en voz alta, casi siempre con la boca chica;  después de ir a una boda, sólo se me ocurre dejarles de regalo mi soneto preferido de todos los sonetos que del mundo han sido, llámenme cursi si quieren, están autorizados.


Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;

no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;

huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor süave,
olvidar el provecho, amar el daño;

creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor, quien lo probó lo sabe.
LOPE DE VEGA

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