sábado, 17 de agosto de 2013

La coca de la vida

    La coca de la vida no es esa con burbujas que venden en lata o botella sino ésta otra que les presento a continuación:



    La hoja de Coca, la planta más milagrosa, curativa y energética de América latina y quizás del mundo. Cultivo ancestral en esta parte del mundo que comprende Perú, Ecuador y Bolivia, donde su utilización y consumo en la vida cotidiana está autorizado. Fuente de calcio en una región donde los productos lácteos no abundan, incluye más de catorce alcaloides, razón por la cual es considerada un medicamento. Ayuda a combatir el mal de altura, la digestión pesada, el mareo que produce la falta de oxígeno y es energizante  tanto como lo pueda ser la cafeína. 

    En estos mis días de turismo Andino, ya ni se la de múltiples versiones en las que la he podido consumir, y todas buenas: infusión, caramelos, mermelada y hasta ingrediente en postres como flanes o cremas. Mis hijos (que con las trazas que llevan serán aún más y mejores viajeros que su madre) hasta se han atrevido a mascarla, como cualquier peruano de a pie, y se han paseado por alturas de 4500 metros sin mayores problemas, y sin que ello les convierta en drogodependientes. Ni a mí, que reconozco que pasarme de ahora en adelante sin mi infusión cotidiana de hojitas de coca me va a costar, porque gracias a la hipocresía de nuestros países, las bolsitas de infusión tienen prohibida su entrada en el Sancta Santorum aduanero de la UE; cuando se sabe que para producir efecto alucinógeno, habría que consumir al menos 120 kg  de esta infusión en menos de media hora (lo dice la OMS)  cosa que veo harto complicada sin que mientras tanto no te de un cólico de riñón. En fin, que me tendré que curar de mi enganche al mate de Coca haciéndome vulgares manzanillas que ni por asomo tendrán el mismo y beneficioso efecto. 

    La hoja de coca tiene un 0'002 mg de cocaína con efecto alucinógeno. Para elaborar un kilo de cocaína de la mala, hacen falta más de una tonelada de hojas, y de paso, añadirle un montón de porquerías que van desde la lejía o el calcio hasta una larga lista de solventes químicos que la gran industria del ramo en occidente, está encantada de venderle a precio de oro a los fabricantes. Pero no podemos llevarnos de regreso a nuestras casas unas inocentes bolsitas de infusión, eso no, por Dios. Ni hasta hace nada considerábamos la cocaína como una droga mortífera  y atroz (que es lo que es) sino como un divertimento de jovencitos ricos que se la metían por la nariz para no tener que pincharse, que es más desagradable. 

    Menos mal que cuando a la ETA, en sus años más sangrientos, le dió por utilizar las ollas a presión como artefactos explosivos no se prohibió su venta a los particulares, porque sino, no se qué hubiera sido de las lentejas de media España. En USA se venden pistolas y fusiles en los supermercados y cualquier desaprensivo puede comprarlas y dedicarse a jugar al tiro al blanco dentro de un colegio, pero, ay! del pobre gringo que vuelva  a su país con una bolsa de caramelitos de coca de regalo para sus sobrinos (que tienen todos una pistola en casa)...la hipocresía humana no tiene límites, pero la de los gobiernos en asuntos de drogas y similares no sólo es grande sino además, altamente ineficaz para atajar el problema. Les dejo con un esquema muy esclarecedor de cómo se fabrica la porquería para inhalar, y yo me voy a tomar una de mis últimas infusiones, que ésto ya va llegando a su fin. 





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