domingo, 2 de diciembre de 2018

Todo es un dilema

   Paso un ratito de esta tarde de domingo, revisando "Niebla" de Unamuno, porque mi hija se la tiene que preparar para un examen y, por supuesto, dice que es un rollo y que no le encuentra ni pies ni cabeza, y sobre todo le encuentra un sinfín de páginas y páginas en esa edición de Cátedra de la cubierta negra con letra apretada y muchas notas a pie de página. Primer dilema: hay que ayudarla? Los psicólogos que saben educar a los hijos mejor que los padres (incluso aquellos que no tienen hijos) me dirían que no; pero la otra parte del dilema es: dejo que la niña no sólo suspenda el examen sino que, además, le coja manía a Unamuno e incluso a una de sus mejores obras? (y de la literatura del 98 qué caramba). O me decido a echarle un cable y de paso, le cuento de viva voz ciertas anécdotas y aspectos de una novela magistral intentando que, con un poco de suerte, quede un poso de curiosidad y cuando sea más mayor se la lea? Ustedes saben, sobre todo los que me conocen, qué es lo que ha ocurrido al final, así que para qué relatárselo. 

     Hoy vienen miles de manifestantes a mi ciudad de residencia a pedir a los dirigentes políticos del planeta (que estaban todos en Buenos Aires a 11.000 kilómetros de este manifestódromo) que hagan lo posible por parar el cambio climático. Debería de haber sido yo uno de esos 65.000 ciudadanos que han marchado pacíficamente bajo una bonita combinación de lluvia, viento y neblina? Sí, debería; pero no he ido. Para empezar porque creo que ya se me ha pasado la edad de manifestarme, cosa que he hecho abundantemente toda mi vida; como se me ha pasado la edad de tomarme cuatro copas después de cenar, o la de vestirme de negro sin estar de luto, o la de pasar la noche en un saco de dormir en un refugio de montaña. Me cuesta reconocerlo, pero así es. Y a ello añadamos las inclemencias del propio clima en este día de autos, que no eran de ese cambio climático que ha convertido al Norte en el nuevo Sur; sino las propias del Norte en todo su esplendor. Les dejo que también adivinen cómo se ha resuelto este dilema. 

   Es posible quedar con varios amigos a cenar una noche y no hablar de política? O al menos, es posible hablar de política y no gritarnos unos a otros? Otro dilema; porque visto que vamos todos para viejos, y que cada vez somos menos un junco flexible y sí somos árboles de tronco grueso y pocas hendiduras, casi que sería mejor quedar poco con ciertos amigos con los que se sabe que, casi seguro se va a acabar discutiendo. Yo con el paso del tiempo soy una persona cada vez más Zen, pero también asumo que otros, con el paso del tiempo se parezcan más al Pitufo gruñón. Así que el dilema está en si es mejor verlos o no verlos. A esos que gruñen por todo aunque en el fondo les tengamos cariño, quiero decir.

    Y hay otros dilemas de poca monta como el del Foie Gras, ahora que se acerca la Navidad; después de haber estado en Costa Rica y haberme convertido a la fe de los que aman la naturaleza y los animales salvajes no sé si podré echarle un bocado al Foie (que lo echaré) en estas fiestas con la misma alegría que otros años. Aunque bien pensado el pato ( a mi me gusta el de pato) no es un animal salvaje...

    De estos dilemas, y otros muchos en los que se pierden mis pensamientos día y noche, no voy a librarme así como así. Una es del género de darle vueltas a las cosas y en eso, hoy he descubierto con gran alegría que me parezco a Unamuno (véase el dilema número uno) que puestos a parecerse a alguien, mejor a un genio, no creen? Y después de tanto dilema una gran certeza: se acaba el domingo y mañana lunes, sonará el despertador a la cruel hora en la que todavía no ha amanecido. A los intensos y dubitativos nos vienen bien este tipo de certezas! Feliz semana tengan ustedes.

 

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