domingo, 29 de marzo de 2020

Cuando vuelva la lluvia

    Algo hay que agradecerle al cambio horario: hoy, 29 de marzo, una hora menos de confinamiento. Y cada día que pasa, un día menos que padecerlo, y aquí es la enferma de optimismo que soy la que habla. Aunque sigo insistiendo que esto del confinamiento es más duro para quienes viven solos, tienen niños pequeños, o viven en familias de seis en setenta metros cuadrados. Ninguno de estos supuestos se me aplica, así que asumo que el confinamiento es un mal menor. 

   Ayer incluso me di un paseo, solitario y lento, por los mismos caminos donde otrora iba corriendo y sudando, obsesionada con quemar calorías que ahora me importan un bledo. Otra razón más para no quejarse: en esta mi ciudad de residencia se puede pasear, incluso correr, siempre que sea en solitario y en las cercanías de tu casa. Todo un alivio que los habitantes intentamos mantener disciplinadamente (unos más que otros como siempre) para que no nos aprieten más las tuercas y nos prohiban esta pequeña válvula de escape que en otros lares no está permitida.

    Ayer pude darme ese paseo , y contar los magnolios florecidos de mi barrio, que siguen siendo los mismos y están todos los que son; y saludar a varios paseantes a los que no conozco de nada con un "buenas tardes" que así, pronunciado al aire libre y en estos tiempos recios,  me sonó mejor que un piropo lanzado desde cualquier andamio de una obra, a ser posible española. Los viandantes eran contados pero entre ellos había padres con niños pequeños, que se entretenían en levantar chinitas del suelo, arrancar algún hierbajo o contar los pocos coches que pasaban. Qué hubiera sido de mi, la madre hieperactiva que machacaba a sus criaturas cada fin de semana por bosques y parques en esta situación? Qué se me hubiera ocurrido para llenar las horas de mis criaturas si la cosa viral me hubiera pillado entonces? Ayer en mi paseo les regalé la mejor de mis sonrisas a todos y cada uno de esos padres y madres acompañados de criaturas menores de quince años que se cruzaron en mi camino. No sé si se dieron cuenta, o si lo interpretaron como una prueba de compasión ante la dificultad ajena...Que también es posible. 

   Y ayer me di un paseo porque la lluvia, esa eterna, persistente e insidiosa compañera de mi vida en estas tierras brilla por su ausencia desde hace casi dos semanas. Como si la metereología hubiera decidido ponerse de nuestra parte y regalarnos ese sol que tanto nos falta durante el año en el momento en el que a más de uno se le pueden fundir los plomos por falta de luz, y de horizontes lejanos; porque los horizontes de estos días sólo pueden ser cercanos y cambiantes. La lluvia se ha parado y ha dejado que los jardines florezcan, incluso a destiempo, y que la primavera, burlona ella,  nos saque la lengua recordándonos que por mucho que haya llegado, sólo la podemos disfrutar visualmente y no todos los días ni en todos los rincones del planeta donde viajamos cuando es primavera. La lluvia se ha alejado con sus nubarrones respectivos durante unos días, dándonos la tregua que el virus no nos da, y dejando que el sol nos caliente el alma para compensar todo lo que nos la enfría la realidad cotidiana en blanco y negro que estamos atravesando. 

   Y cuando vuelva la lluvia, estaremos en las mismas casas, asomados a los mismos balcones, donde los más aplauden y los menos insultan,  contando cada día que pasa como un día más, o como un día menos, según seamos de la cofradía de la botella medio vacía o de la medio llena. Se acabarán lo paseos y los saludos amables por las aceras, porque ni siquiera los habitantes de este norte lluvioso caminan bajo la lluvia, en contra de lo que nuestros vecinos del Sur se piensan; y nos tragaremos las series de tres en tres capítulos, y quizás sea el momento definitivo para acometer la lectura de los Episodios Nacionales. Volverá la lluvia y con ella, los días alargados en una hora más ni siquiera lo parecerán, Macondo se nos reaparecerá en sueños, y los hornos se dedicarán a hornear galletas y bizcochos, muchos de ellos fabricados por manos infantiles que en algo tienen que entretenerse. Volverá la lluvia, y a todos nos queda la esperanza de que cuando vuelva, sigamos siendo los que estamos, y estando los que somos, cada uno con nuestros seres queridos, los que están cerca y los que están lejos, incluso los que se alejaron de nuestros corazones, o decidieron marcharse buscando otros soles. Que volverá la lluvia, no me queda duda; que vuelva dejándonos, por lo menos, como estamos ahora, es lo que espero. Feliz domingo a todos. Gracias por estar ahí, todos en casa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario