sábado, 14 de marzo de 2020

Nuestra distopía particular

    Desde hace unos año se han puesto de moda las distopías. Ya saben esas historias (la mayoría series de televisión) que nos pintan una realidad terrible e indeseable, pero que tiene los suficientes rasgos de veracidad como para que nos las creamos, o al menos nos asustemos. Muchos de ustedes habrán visto o leído "El cuento de la criada",  así que no me alargo con el ejemplo. Lo que ahora nos está pasando es una distopía de las buenas, sin necesidad de guionistas de Hollywood por medio;  es más, juraría que ni al mejor de ellos se le habría ocurrido una como la que estamos padeciendo. 

   En una distopía de las de Netflix, el virus lo habrían desperdigado por el planeta unos malos malísimos, probablemente rusos, a sueldo de unas multinacionales farmaceuticas que después nos venderían la vacuna para curarlo. Para no hacer el cuento tan simple y alargarlo unos cuantos episodios,  por el camino nos irían contando la historia del policía que tiene desde el principio la mosca detrás de la oreja (un buen tipo con una vida familiar desastrosa) del médico que denuncia la farsa, de la enfermera que arriesga su vida para cuidar enfermos, del político corrupto que se deja untar por la multinacional y de una familia de clase media de un barrio residencial cualquiera donde unos tras otros van cayendo víctimas del mal hasta que el hijo quinceañero, que generalmente se mueve en monopatín (patinete también vale) se pone por su cuenta a buscar culpables y como es un friki informático, va y los encuentra en la Dark Web...Antes de seguir,  un inciso: casi que debería probar suerte entre los guionistas, que me parece un oficio menos arriesgado que el que tengo en estos momentos. 

   En la distopía que estamos viviendo, los capítulos no hay que alargarlos, ni siquiera esperar al día siguiente a que pasen cosas, que suceden casi cada hora. Tampoco nos ha hecho falta una trama rusa, aunque seguro que los rusos de alguna manera sacarán tajada de lo que está ocurriendo (45 diagnosticados en ese pedazo de país que tiene frontera con China e Irán? ) nos ha bastado con que los chinos tengan la malsana costumbre de convivir estrechamente con unos animales que luego se comen y los aviones han hecho el resto. En algunos países las costumbres locales han contribuido de forma eficaz a la expansión virológica: hacemos lo que nos da la gana porque el gobierno nos engaña, vamos a rezar al templo todos bien apretaditos, les quitamos a los trabajadores el seguro médico o no podemos vivir sin nuestra caña diaria con patatas bravas. No diré nombres, creo que ustedes se hacen cargo. Queda por ver qué salida tendrá esta distopía tan fea en la que nos hemos metido, porque las de la tele casi siempre acaban bien, o si acaban mal nos da igual porque son película.

    Curiosamente, mi hija ha tenido que leer y hacer un trabajo sobre "Utopia" de Tomas Moro en las últimas semanas, y yo he aprovechado para releer algunas páginas con ella. Me sigue pareciendo un libro filosóficamente hermoso y políticamente visionario (como lo fue su autor) y en estos días duros de la distopía, frase sacadas de la "Utopia" cobran cierto sentido: 

"Si no lográis hacer todo el bien, intentad por lo menos disminuir el mal, pues no es posible que todas las cosas vayan perfectamente, a no ser que los hombres sean todos buenos, lo que no espero que suceda antes de mucho tiempo".

   Si los hay que una cosa tan sencilla como "yo me quedo en casa" o mejor #yomequedoencasa, no lo entienden, como para venir con citas sacadas de un libro del siglo XVI. Si la Distopía se acaba, quizás salgan unos Utopianos con otro talante. Yo como soy optimista lo espero...Pero no pondría la mano en el fuego.

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